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Y acusan un “doble estándar”. Que no se puede, vociferan, estar con un pie dentro del gobierno y el otro en… la calle.
Acostumbrados como están a hacer caso omiso de las opciones mayoritarias de la población, les parece natural y lógico que al asumir el poder se establezcan prioridades totalmente de espalda a los compromisos asumidos en las campañas electorales. Y, como se sabe, si alguien es ducho en ofertones es precisamente la derecha.
Quisieran hacer pagar a los partidos de izquierda, como precio por participar de una u otra forma del poder político, el que abandone sus principios y lo que los ha caracterizado a lo largo de su existencia. Para ellos, el estatus de “respetable” sólo se obtiene dando pruebas de un “realismo político” consistente en el olvido de sus convicciones y la consiguiente traición a sus propios postulados, su composición social e ideario político.
Por eso, en cuanto a la derecha ¿cómo andamos por casa?
Llega al poder la derecha política –el último ejemplo es el de la coalición piñerista-y gobierna desde La Moneda. Es su “pie republicano”. Pero, ¿y qué pasa con su otra pata, la empresarial? ¿Deja esa derecha, sus partidos, sus ministros y altos funcionarios, incluso el propio jefe de Estado, de moverse en lo más hondo de los directorios de las grandes empresas que monopolizan vastos sectores de la producción, las finanzas y el comercio?
¿O los vemos, más bien, compartiendo un elaborado libreto, apoyándose, aconsejando o imponiendo todo cuanto vaya en la lógica de sus intereses?
¿No será la hora de preguntarles por su “otro pie” o, más bien, por “sus manos en la masa”?
Pero, es claro y habrá que reconocerlo, en su particular ideología, los señorones –y señoronas- de la derecha tienen como algo natural el que así sea: ¿qué tendría eso de malo, puesto que -“como se sabe”- los intereses de la inmensa mayoría de chilenos y chilenas dependen estrechamente de cómo les vaya, de bien, a ese 10 ó 1 por ciento de privilegiados… “Lo que es bueno para la Ford, es bueno para los Estados Unidos”, reza una sentencia empresarial que estuvo muy en boga y todavía no pierde vigencia en “el gran país del norte. Su autor se llamaba Henry y casualmente su apellido era Ford. ¿No es, acaso, lo mismo entre nosotros?
Y es esa perversión la que aventará la Nueva Mayoría que, partiendo por las primarias de este domingo, expulsará a los mercaderes del Templo, el que no es casualidad –como en el caso de Míster Ford- se llama “La Moneda”.
FUENTE : EDITORIAL DE "EL SIGLO"