Un presupuesto diseñado para poner el gasto fiscal como el gran protagonista de este período de “desaceleración” de nuestra economía, sin perjuicio del papel que se invita a desempeñar a sus actores privados.
Si algo destaca como “particular” en esta gestión, es el abandono de dogmas representativos del neoliberalismo. Así, la inversión pública está concebida como uno, si no el principal, motor de la reactivación de la economía, de la creación de puestos de trabajo y de la búsqueda de una mayor equidad en la distribución del ingreso.
Destacó la mandataria el que este Presupuesto no habría sido posible de diseñar y llevarlo a su cumplimiento, de no mediar la aprobación de una Reforma Tributaria que, más allá de lo que podría llamarse sus “vacíos y omisiones”, ha de proporcionar los recursos para el cumplimiento del Programa de la Nueva Mayoría, particularmente en las áreas de la educación y la salud.
La cifras, montos absolutos y porcentajes, son elocuentes. Efectivamente, el énfasis en lo social influirá de manera significativa en la vida diaria tanto de los llamados “vulnerables” como de los sectores medios.
Finalmente se da un paso de gran trascendencia en la superación del papel deprimido a que se había condenado al Estado en beneficio del mítico “piloto automático” que presidiría y regularía el desempeño del mercado. Beneficios que se caracterizaba como de carácter “asistencialista” y teñidos, por lo tanto, de populismo o demagogia, pasan a formar parte de las políticas permanentes del Estado chileno en el terreno de los beneficios sociales, como es el caso del “Bono Marzo” y otras iniciativas que beneficiarán directamente a millones de compatriotas.
Es de esperar que el trámite parlamentario sea fluido y positivo, en el sentido de respetar así los cambios impulsados por la ciudadanía como los requerimientos objetivos de una economía “desacelerada”, fenómeno ante el cual desde el gobierno se notifica al país que no se refugiará en una actitud de prescindencia ni fatalismo sino que, muy por el contrario, se utilizará sin temores ni prejuicios todas las potencialidades que se desprenden de un papel activo a través de las políticas fiscales.
Es el sentido de las llamadas medidas “contracíclicas”, es decir un activismo desde el Estado para detener e invertir una tendencia negativa en la actividad productiva y el empleo.
Sin perjuicio del necesario rigor en la formulación de las políticas públicas, este Presupuesto Nacional marca, también, un punto de inflexión al presentarse como una “decisión política” más que como una elaboración tecnocrática y de “prescindencia social”
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fuente : editorial de " el siglo ".
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