Que “la ropa sucia se lava en casa”, es algo que casi todos comparten, al presentarse como una síntesis proverbial de la sabiduría y usos populares. Pero a veces esa tal “suciedad” esconde algo más que un uso imprudente o prolongado en demasía de las prendas de vestir, y pasa a ser algo así como la esencia misma del “ser”. Como quien dice, el “cómo”, el “porqué” y el “para qué” del ser social.
Es claro que en materia de “buenos modales”, suelen halagarse nuestras “clases dirigentes” de una ejemplar moderación o “buen gusto”. No en balde asisten a colegios caros, veranean en exclusiva y salen al exterior, en nuestros días preferentemente a los Estados Unidos, en busca de sus cartones de “excelencia”.
Y por eso es que no dejan de llamar la atención las primeras manifestaciones de lo que tal vez no llegue ni siquiera a primarias, abiertas o cerradas, en el estrecho círculo de poder de la derecha local (no es muy riguroso llamarla “nuestra”).
Catapultados a lugares “top” en la competencia por la candidatura presidencial del “sector”, en una exhibición muy parecida a los “realities” televisivos que diariamente sufren los inadvertidos televidentes chilenos, los héroes del norte minero -el uno- y del accidente de Juan Fernández -el otro- comienzan su despliegue por calles y plazas.
“Yo aprendo rápido”, dice el uno; “yo, despacio”, responde el otro.
Y comienza el indecoroso trasvasije de los que apuestan ya sea a “la experiencia y la trayectoria”, como de los que se confían a “la juventud y el carisma”.
Y, es claro, el botín es cuantioso. Nada menos que la Presidencia de la República, que les cayó en las manos no del todo felices del “financista en sí”, un Sebastián Piñera del que más vale no acordarse a la hora de las campañas.
Y es que administrar los negocios de las grandes empresas -o, más bien, súper grandes empresas- no es una tarea fácil y por lo mismo poco remunerada.
Por eso decimos “primarias expuestas”, pues nadie sospecha todavía a qué extremo llegarán los pingos “aliancistas” en su empeño por quedarse con el trofeo en disputa. Aun cuando nadie podría a estas alturas descartar que después de haberse sacado los ojos, lleguen los contrincantes a algún “buen acuerdo” inducido por alguna embajada extranjera –algo de eso sabemos en esta América nuestra-, o simplemente se desgarren a mordiscones en una primera vuelta con fuerte olor a derrota.
Los resultados de las todavía frescas elecciones municipales no auguran mucho bueno para los Golborne y los Allamand, como tampoco para los candidatos a diputados y senadores que se colgarán de sus nombres para continuar binominalizando el parlamento chileno.
Escribe el gran poeta español Antonio Machado, víctima inmediata de las atrocidades del franquismo, un notable poema al que tituló “Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido”. Se nos viene a la mente al iniciarse ya el ocaso del piñerismo y, con él, de la buena fortuna de sus presuntos herederos. Tras una semblanza magistral de su personaje (“se ve en tu rostro marchito,/ lo infinito:/ cero, cero”) recoge el poeta la pregunta, pues “ya eres ido/ y para siempre jamás”:  “¿qué dejaste?”, y concluye: “Yo pregunto: ¿qué llevaste/ al mundo donde hoy estás?” El inventario que esboza Machado de aquel “qué llevaste” no puede sino ser decidor del vacío de una vida sin otro horizonte que lo inmediato carente de sentido y de pasión.
Es la herencia del cuatrienio de la derecha piñerista, en nada sustancial diferente de lo que podría ser el cuatrienio golborniano o allamandciano, al menos para la inmensa mayoría del pueblo chileno: “lo infinito:/ cero, cero"

FUENTE : EDITORIAL DE "EL SIGLO"