CHILE

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viernes, 18 de julio de 2014

" ¿ HACIA UNA TERCERA VUELTA ?"

Comentando el Protocolo firmado por el ministro Arenas y los integrantes de la Comisión de Hacienda del Senado sobre la reforma tributaria, declara Andrés Santa Cruz (El Mercurio, B4, domingo 13 de julio): “Espero que esta señal política se extienda a la reforma educacional y a la reforma constitucional”.
Nada extraño, por venir del presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC). Ni es sorprendente que confiese: “Nos preocupaba el éxito de la negociación y, en general, para que sean exitosas, las negociaciones no deben ser públicas”.
La extrema derecha pone sus cartas en una suerte de “Tercera vuelta”, que le permita trasladar a una mesita de consensos las materias definidas por elocuentes mayorías a nivel parlamentario y en las dos vueltas presidenciales.
Así, pues, el país está ante un escenario que a lo menos se puede calificar de “curioso”: un  conglomerado político que pierde estrepitosamente dos elecciones –la parlamentaria y la presidencial- y que utiliza hoy el recurso al travestismo político presentándose como benévola interlocutora de la Nueva Mayoría y guardiana de “la clase media y los sectores más vulnerables de la sociedad” para cautelar sus intereses en beneficio de Chile…
El libreto está claro: poner todo en discusión, y “desde fojas cero”. Es decir, invalidar el veredicto de las urnas tanto en la conformación de una mayoría parlamentaria elegida en función de un programa, como de la propia elección presidencial que marcó una nítida y aplastante mayoría por reformas tributaria, política, educacional y laboral.
Hábil, aunque desvergonzada maniobra de quienes esperan burlar el mandato ciudadano para cambiar las reglas del juego y postularse propietarios de la conciencia nacional, con los mismos derechos que tuvieron durante los años de su dictadura pero de los que el soberano –el pueblo- los despojó con su lucha multifacética.
Lo más fuerte es el mandato emanado de la conciencia nacional, expresada en multitudinarias movilizaciones que desde 2006 con los “pingüinos” y con un abrumador despliegue desde 2011, diseñó un programa de grandes transformaciones que se constituyeron en el alma y la inteligencia de lo que la mayoría ciudadana votó en las parlamentarias y presidenciales de 2013 y 2014.
La Nueva Mayoría se enfrenta hoy a definiciones de su propia identidad: su “ser” y su “ser para…”. De su rechazo y resistencia ante el embate del gran empresariado y sus expresiones parlamentarias, dependerá la adhesión ciudadana y, lo que es más importante, el destino de las
grandes transformaciones que la razón y el derecho han definido como impostergables.
Razonable e ineludible es aceptar que la Nueva Mayoría no es un conjunto homogéneo, lo que nada resta a su valor y necesidad histórica, si de ésta pudiera hablarse. Pero nada inclina a suponerla perimida ni condenada a la inoperancia. No surgió de un mero cálculo electoral, sino más bien de la convicción de que los cambios que el pueblo reclamaba eran, y son, necesarios e irrefutables. Apostar por ella no es un simple acto de fe.
Recomendable pareciera ser “no perder la calma”, aunque tampoco los ímpetus.
Vendrán, sin duda, días de grandes tensiones. Los movimientos sociales, la temida y denostada “calle”, sin duda tomarán la palabra, reivindicando su irrenunciable derecho a pronunciarse públicamente.
Como hace más de dos siglos -el 14 de julio de 1879 que viene de conmemorarse- la división está planteada entre quienes ven al hombre y la mujer como sujetos de derechos políticos –cada hombre, un voto-y quienes los reconocen, además, como sujetos de derechos sociales.
 FUENTE : EDITORIAL DE  " EL SIGLO "