CHILE

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viernes, 22 de noviembre de 2013

VIENTOS DEL PUEBLO




“Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta”.
 
Así cantaba Miguel Hernández, el gran poeta de la Guerra Civil Española, en medio de esa gigantesca tragedia que tiñó de heroísmo los primeros decenios de un siglo trágico: el que venimos de superar para adentrarnos de lleno en el XXI ya en pleno Tercer Milenio (“me aventan”: es decir, me llenan, me colman).
¿Podemos, hoy, decir lo mismo o al menos aludir a esta gran poesía, a propósito de lo que viene de ocurrirnos en este Chile tan neoliberalizado?
 El hecho esencial –y no se lea esta expresión en “clave empresarial”, por favor- es que una coalición política que adoptó el nombre de “Nueva Mayoría”, viene de obtener un apoyo ciudadano de tal magnitud que la llamada “Alianza por Chile” se enfrenta, si no a su disolución al menos a un periodo de profunda reflexión y reordenamiento interno.
Para no hacer humor fácil -y por ello, dudoso- no aludiremos a las muestras de júbilo de una candidatura que celebra el haber sido “tan sólo” derrotada. Bueno, se dirá, así es la naturaleza humana y mientras hay vida hay esperanza…
Cierto es, también, que la candidatura presidencial de la Nueva Mayoría aspiraba a un triunfo definitivo; esto es, a no tener que someterse a una segunda vuelta. Ello no ocurrió, y habrá tiempo para las múltiples interpretaciones de tal realidad. En este escenario, el lugar común que hoy recorre la prensa a partir de las teorizaciones de la dirigencia aliancista es que en diciembre lo que viene es “otra elección”, un escenario totalmente distinto, etc.
Las cifras pueden ser interpretadas y reinterpretadas hasta la saciedad. Que la votación de fulano, que la de mengano, que la de perengano.
Todo eso puede discutirse, y trazarse las más optimistas y hasta eruditas curvas de votos que irán de aquí para allá y para acullá o que se hundirán en el proceloso mar de la duda… o la abstención.
Las cifras simples y duras nos dicen que la derecha tiene un margen de “recuperación” que apenas si se asoma a un 10%. Serían sus “reservas estratégicas”.
En cuanto a los territorios de la disidencia al modelo, no caben dudas de que es, por mucho, más amplio y auspicioso.
Queda el inmenso territorio de los abstinentes. Y cabe preguntarse si el que se abstuvo de concurrir a las urnas fue un contingente convencido de las bondades del modelo y, por ello, interesado en una continuidad del gobierno de Sebastián Piñera. Ciertamente, tal hipótesis es por lo menos discutible. Los satisfechos no se quedan en casa. Como los electores que pertenecen a los deciles más acomodados los beneficiarios en extrema minoría de las injusticias del modelo, no prestan oído a los llamados a la abstención.
Y, entonces, en pura lógica, quedan esos millones que decidieron que su arma de lucha era abstenerse. Opción que se puede discutir, pero que sin duda es legítima. Y que tiene como fundamento, y explicación, la bancarrota de un modelo de explotación, injusticias y marginalización, sin precedentes en la historia de un sistema social en sí mismo injusto e irracional.
No cabe duda en cuanto a la estrategia de la derecha: conquistar a ese vasto electorado mediante un discurso “moderado”, prudente; un suerte de conservadurismo que no se atreve a decir su nombre. Mediante el halago de llamar a cada una y cada uno como miembro de “la clase media”, la candidatura pinochetista atizará los temores ante un estado de cosas, como la inseguridad ciudadana, que es la consecuencia directa del modelo que pretende eternizar.
Para rebajar el nivel del debate político, la derecha intentará “calmar las aguas”. Que las cosas no sean llamadas por su nombre: “robo”, al robo; “injusticia”, a la injusticia; “dictadura”, a la dictadura.
Tal vez –no hay que engañarse- algunos prestarán oídos a estos cantos de sirena y tratarán de amoldarse a ese tipo de debate entre cobarde y vergonzoso. Pero, “Vientos del pueblo me llevan,/ vientos del pueblo me arrastran”. La marea ciudadana se puso en marcha y ya es incontenible. La Nueva Mayoría no tiene otro camino, legítimo y provechoso, que continuar en el tren de movilizar las conciencias. Cuando se tiene la certeza de sus convicciones, éstas no pueden conducir a otro destino que hacerse cada vez más sólidas. El pueblo está mirando, celoso y vigilante, en espera de las señales que auguren ese Nuevo Chile que está una vez más y de manera privilegiada en sus manos: “me esparcen el corazón/ y me aventan la garganta”.
 
FUENTE : EDITORIAL DE "EL SIGLO"

LOS DESAFIOS DE LA SEGUNDA VUELTA



  El descomunal blindaje de los grandes medios a la derecha, y un relato que ha pretendido transformar una evidente derrota histórica, en un triunfo para una nueva oportunidad, han permitido a la derecha y su gobierno tener un “respiro” para recomponer fuerzas.
 
Si bien el sector de Matthei y Piñera está “tocado” y  “golpeado”,  no se puede considerar que esté derrotado.
Sin embargo, los resultados de las elecciones parlamentarias y presidenciales son más que elocuentes:
La coalición que respalda a Michelle Bachelet y su programa, subió su representación en las dos Cámaras, y queda en mayoría en ambas.
Obtiene once doblajes (no esperado por varios conspicuos analistas de la propia Nueva Mayoría), y logra doblar a la derecha en dos circunscripciones, “peleando” legítimamente una tercera circunscripción.
Este resultado, más que distanciar, acerca bastante los escenarios políticos-legislativos para impulsar y aprobar varias de las principales reformas que se plantean en el programa de gobierno: Educación y Tributaria.
Pero, además, esta correlación parlamentaria podría instalar, en el primer año de gobierno, el impulso a varias de las reformas laborales que son parte del programa de Michelle Bachelet. Esto, porque ahora aparecen más factibles entre las prioridades.
Si se considera a varios nuevos diputados independientes, y a lo menos a dos senadores en esa condición, resulta más factible impulsar reformas políticas, sociales e institucionales, frente a una derecha ostensiblemente reducida, pero que tendrá fuerza y tratará de imponer el veto o limitar el alcance de las reformas.
El sector político más duro y parapetado de la derecha, la UDI, perdió en estas elecciones cerca de medio millón de votos, más de cinco diputados y varios senadores.
La candidata presidencial de la Nueva mayoría logra casi un 47%, en una elección con nueve candidatos, todos (más o menos) focalizando sus ataques hacia ella, su programa  y su coalición.
En ese sentido, no hubo tregua, y ese clima impidió que un electorado menos informado; menos involucrado; distante de las contiendas cívico-electorales; tuviera las condiciones y los elementos para observar que, esencialmente, la gran confrontación de contenidos y programa era entre Michelle Bachelet y Evelyn Matthei.
Por cierto, las cadenas de grandes medios, explícitamente proclives a la derecha, estimularon este clima entrópico.
Sin embargo, lo que no pudieron evitar fue la incidencia positiva de una campaña presidencial que se orientó a fortalecer los doblajes, y que privilegió el mensaje de tener un Parlamento para los cambios y las transformaciones.
Los resultados son elocuentes en este sentido. Prácticamente todas las fuerzas de la NM o mantienen, o suben sus representaciones, y en la elección de CORES superan extensamente a la derecha.
También afectó a  la NM y su candidata presidencial, el lento ritmo inicial de la campaña, en los espacios territoriales y comunales, el cual fue tomando mayor cuerpo cuando la propia Michelle Bachelet convocó a hacer el esfuerzo por doblajes y ganar en primera vuelta.
Esto último, que la derecha y sus medios proclives tratan de mostrarlo como una debilidad, fue una fortaleza de la campaña de NM y MB, especialmente en las últimas semanas.
Chile es un país en donde la crisis de representación es real. Por momentos manifiesta, por momentos latente. Y expresión de esa crisis (que tiene múltiples causas) es la baja participación de la ciudadanía en los procesos electorales, en general. No es precisamente, esto, una fortaleza virtuosa del actual sistema de representación de Chile.
El reciente estudio de un equipo encabezado por Alfredo Joignant, muestran claramente que, en un contexto social que no motiva ni construye ciudadanía (y eso viene de muchos años en Chile), el resultado es calamitoso: los ciudadanos que viven en las comunas más pudientes, entre las más pudientes, votan en un rango superior al setenta por ciento. Mientras que los viven en las comunas más grandes y pobres, lo hacen en menos del cincuenta por ciento, incluso menos del cuarenta por ciento.
A este hecho, que se expresó con fuerza en estas elecciones parlamentarias y primera vuelta presidencial, se debe agregar que, la UDI, y su intento de “UDI-Popular”, tuvieron un severo traspié al haber perdido medio millón de votos en estos segmentos.
Otro dato relevante es que, en este clima de cierto  “libertinaje” en cuanto a deberes y derechos  ciudadanos, estimulado por un sistema hiper-individualista y mercantilizado, las y los ciudadanos de entre 30 y 45 años son el segmento que menos votó en estas elecciones. Es decir, no estamos hablando de jóvenes, sí de adultos-jóvenes.
La derecha, su gobierno y sus partidos, fuertemente tocados por la derrota en las parlamentarias y en la primera vuelta, buscarán fidelizar al máximo la votación histórica del sector. Sin embargo, lo harán desde una evidente precariedad programática; con un gobierno que termina en fracasos importantes, evaluado desde su propio programa.
Tienen como gran fortaleza el blindaje mediático, una concentración por momentos brutal que incluso no deja de explicitar cierta agresividad.
Apelarán a la despolitización y al temor al cambio.
Ambos factores usados recurrentemente por las derechas de todo el continente; antes en campañas presidenciales en Brasil, Uruguay, Argentina y Colombia. Con efectos no siempre positivos para ellos.
El desafío de la Nueva Mayoría y de su candidata presidencial, es llegar con el mensaje programático de transformaciones como las que están planteadas, especialmente a aquellos segmentos sociales que no han tenido la oportunidad de conocerlo y de considerarlo en toda su dimensión.
Tal vez, ahora sí se produzca el escenario que puede ayudar en tal dirección, y es que la ciudadanía pueda ver, con mayores elementos, la confrontación entre una alternativa que propone cambios de verdad, y otra que es continuismo y mantención de lo actual.
La batalla es en todo el país y en todos sus rincones.
Y este desafío también es bien concreto, y georeferencial y territorialmente acotado.
Se le ubica, prioritariamente, en la Región Metropolitana; en la Quinta; en la Octava y en la zona norte extrema de Chile (Iquique-Arica).
En definitiva, la segunda vuelta presidencial tiene una épica evidente, y que todas las campañas que buscan transformaciones y cambios la deben asumir: Construir ciudadanía a través del ejercicio democrático del voto en conciencia.
El país, en este sentido, es un camino y una esperanza abierta: Más del sesenta por ciento de los votantes en primera vuelta, lo hicieron por candidaturas que propusieron cambios que apuntan, con diferencias y matices, hacia objetivos comunes.
Y los que no votaron, son ciudadanos que miran, observan, desconfían, pero son susceptibles a los mensajes de transformación.
De aquí al 15 de diciembre hay una gran tarea por hacer.-
 
Juan Andrés Lagos(*) 
 
(*)Miembro de la Comisión Política del Partido Comunista.