Cuando todo parecía indicar que el imperio yanqui volvería a cometer uno de sus tantos crímenes contra la humanidad, esta vez atacando al pueblo sirio, se produce lo que puede constituir un vuelco de enorme trascendencia. No se trata, por cierto, de un cambio por el que haya que apostar sin reservas en cuanto a su permanencia ni a su profundidad. Pero lo cierto es que el partido yanqui de Los Halcones viene de perder una de sus grandes batallas, y eso merece una reflexión e invita a extraer conclusiones que pueden ser de gran utilidad para todo el mundo.
Coincidencia o no, el frenazo del presidente Obama se da precisamente en un nuevo aniversario de su “11-S”, el ataque a las Torres Gemelas que sirvió de pretexto para aceitar la máquina guerrera y lanzar ofensiva tras ofensiva a naciones -¿pura coincidencia?- que forman parte del mundo árabe rico en petróleo.
Habían asegurado que en la tierra de Sadam Hussein había armas de “destrucción masiva”. Era falso, como pronto se denotó. Eso, junto con la pretensión de que la posesión de tal tipo de armamento sería un privilegio exclusivo de los EEUU.
Y se reprodujeron otros flagrantes episodios de intervención y de agresiones.
Le había tocado el turno a la Siria de Al Assad. Apoyaron con armas y todo el arsenal propagandístico a “la oposición”, construyendo del régimen sirio una imagen demoníaca. Se reproducía la batalla entre “el bien y el mal”, adjudicando los roles según los intereses y conveniencias del gobierno norteamericano.
Nunca explicaron por qué si era tal la resistencia al gobierno, éste podía mantenerse y no sólo no perdía sino recuperaba terreno.
Pero la suerte parecía echada. Barack Obama había trazado una “línea roja”, y había dictaminado, por sí y ante sí, que el régimen sirio la había traspasado al utilizar armas químicas. Nada estaba demostrado, y es más: un rastreo del origen de tales armas llevaba a los propios Estados Unidos, por la vía de sus antiguos amigos y más tarde enemigos “relativos” de Al Qaeda.
La negativa de Rusia y China, países premunidos del derecho a veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, a seguir las aguas de las potencias occidentales parecía no dejar al gobierno de Obama otro camino que el de la acción directa y al margen de la legalidad internacional.
Pero, y he aquí su Talón de Aquiles, una poderosa corriente de opinión pública fue debilitando de tal modo a los sectores guerreristas, que no le quedó al presidente de los EEUU otro camino que postergar su “decisión” y luego avenirse a procedimientos menos agresivos.
Quedó su aliado dilecto, el primer ministro inglés, en minoría en su parlamento. Quedó Obama en minoría en su propio pueblo. Se negaron muchas naciones, salvo la indecorosa administración de François Hollande, a seguirlo en su ruta de halcones. Y EEUU hubo de dar marcha atrás o, al menos, postergar su ataque tan anunciado.
¿Marcará esta crisis un vuelco en la política mundial y se mellarán las armas del intervencionismo que, en el caso del otro “11-S”, el nuestro de 1973, le dio tantos dividendos al revertir un proceso democrático y progresista como el que vivió Chile hasta que Nixon, el soberano de entonces, decretara la incompatibilidad de una empresa de transformaciones sociales con soberanía y su “orden mundial”?
Seguramente, es pronto para saberlo. Pero el fracaso, al menos parcial y temporal, que hoy experimenta el sector más agresivo de la primera potencia mundial, permite y justifica una dosis de optimismo.
Nos queda una lección: la opinión pública movilizada puede influir en los grandes procesos que interesan al conjunto de la humanidad. También, que puede ser decisiva la conducta de quienes integran la misma nación que se apresta a intervenir brutalmente en otras latitudes, desencadenando la tragedia de miles de víctimas, pérdidas materiales y retroceso en todas las esferas de la vida de los pueblos agredidos.
Ciertamente, no es la hora de triunfalismos ciegos y desprevenidos, pero sí es posible extraer lecciones útiles también para esta pequeña esquina del mundo. Y en el marco de estos 40 años… toda lección que apunte a la primacía de la conciencia por sobre el poder de la fuerza bruta, es más que bienvenida.
FUENTE :EDITORIAL DE "EL SIGLO"
FALLECIMIENTO DEL COMPAÑERO ERNESTO ARANEDA
