CHILE

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sábado, 8 de agosto de 2015

IV. LOS LIBERTADORES ( CANTO GENERAL )

XXI

SAN MARTÍN (1810)

ANDUVESan Martín, tanto y de sitio en sitio 
que descarté tu traje, tus espuelas, sabía
que alguna vez, andando en los caminos 
hechos para volver, en los finales
de cordillera, en la pureza 
de la intemperie que de ti heredarnos, 
nos íbamos a ver de un día a otro.

     Cuesta diferenciar entre los nudos 
     de ceibo, entre raíces, 
     entre senderos señalar tu rostro, 
     entre los pájaros distinguir tu mirada, 
     encontrar en el aire tu existencia.

     Eres la tierra que nos diste, un ramo 
     de cedrón que golpea con su aroma, 
     que no sabemos dónde está, de dónde 
     llega su olor de patria a las praderas. 
     Te galopamos, San Martín, salimos 
     amaneciendo a recorrer tu cuerpo, 
     respiramos hectáreas de tu sombra, 
     hacemos fuego sobre tu estatura.

     Eres extenso entre todos los héroes.
     Otros fueron de mesa en mesa, 
     de encrucijada en torbellino, 
     tú fuiste construido de confines, 
     y empezamos a ver tu geografía, 
     tu planicie final, tu territorio.

     Mientras mayor el tiempo disemina 
     como agua eterna los terrones 
     del rencor, los afilados 
     hallazgos de la hoguera, 
     más terreno comprendes, más semillas 
     de tu tranquilidad pueblan los cerros, 
     más extensión das a la primavera.

El hombre que construye es luego el humo 
de lo que construyó, nadie renace 
de su propio brasero consumido:
de su disminución hizo existencia, 
cayó cuando no tuvo más que polvo.

     Tu abarcaste en la muerte más espacio.
     Tu muerte fue un silencio de granero.
     Pasó la vida tuya, y otras vidas, 
     se abrieron puertas, se elevaron muros 
     y la espiga salió a ser derramada.

     San Martín, otros capitanes 
     fulguran más que tú, llevan bordados 
     sus pámpanos de sal fosforescentes, 
     otros hablan aún como cascadas, 
     pero no hay uno como tú, vestido 
     de tierra y soledad, de nieve y trébol. 
     Te encontramos al retornar del río, 
     te saludamos en la forma agraria 
     de la Tucumania florida, 
     y en los caminos, a caballo 
     te cruzamos corriendo y levantando 
     tu vestidura, padre polvoriento.

     Hoy el sol y la luna, el viento grande 
     maduran tu linaje, tu sencilla 
     composición: tu verdad era 
     verdad de tierra, arenoso amasijo, 
     estable como el pan, lámina fresca 
     de greda y cereales, pampa pura.

     Y así eres hasta hoy, luna y galope, 
     estación de soldados, intemperie, 
     por donde vamos otra vez guerreando, 
     caminando entre pueblos y llanuras, 
     estableciendo tu verdad terrestre, 
     esparciendo tu germen espacioso, 
     aventando las páginas del trigo.

     Así sea, y que no nos acompañe 
     la paz hasta que entremos 
     después de los combates, a tu cuerpo 
     y duerma la medida que tuvimos 
     en tu extensión de paz germinadora.

Pablo Neruda