CHILE

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jueves, 27 de diciembre de 2012

DELENDA...CODELCO


La cita es en verdad “Carthago delenda est”, sentencia con la que según varios autores solía culminar cada intervención en el senado romano Catón el Viejo durante los últimos años de las Guerras Púnicas, alrededor del año 150 a. C. Se la traduce como “Cartago debe ser destruida”. También se la cita completa: “Además, opino que Cartago debe ser destruida”.
Cualquier lector de la llamada “prensa seria”, de cuyo prontuario mejor ni hablar, habrá leído en sesudos editoriales o notas acerca de cualquier “tema” presente en la discusión pública, y muchas veces sin que haya siquiera una argumentación adecuada o relación natural, este “Además, opino…”.
Opino… que Codelco debe ser “privatizada”, debe abrirse a los capitales privados (por cierto, de preferencia internacionales) porque sólo así se garantizará su eficiencia, su “transparencia”, su competitividad…
Viejo anhelo de las hordas neoliberales, que poco tiene que ver con la elocuencia “romana” del viejo tribuno obsesionado por el poderío de su enemigo natural…
Decimos “Codelco”, podríamos agregar Enap. O cualquiera empresa que algo huela a estatal; es decir, a colectivo y soberano.
¿Cuestión “de principios”? Posiblemente, sólo que una vez más se trataría de principios perfectamente concordantes con los intereses de grandes empresas nacionales y extranjeras.
Como no se atreven a hablar de una privatización total de lo que resta de la gran minería estatal de nuestro cobre, por el dato contundente del aporte de Codelco al erario nacional, acuden a sibilinos argumentos, a insinuaciones plagadas de hipocresía para esconder la mano que los mueve desde los más grandes centros de poder mundial.
Y por eso, ¡atención! No nos preocupemos tanto del cacareado “fin del mundo” que se iba a producir por estos días, sino más bien prestemos alarmada atención a otro fin… que puede llegar el último año de la administración derechista ante la casi evidencia de que La Moneda se les escapa de las manos. Ya lo hicieron con el mar territorial, operando una suerte de reescritura del Génesis, ¿por qué no habrían de intentarlo con la riqueza de nuestros suelo y subsuelo?
Como ilustración, confróntese estas citas del libro del Génesis, por el que juran tantos conspicuos exponentes de nuestras “clases dirigentes”, con la recién aprobada Ley de Pesca:
“1:10 Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno.
1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”.
Y así como estos acérrimos creyentes no tienen empacho en reescribir el “Génesis”, ¿por qué habrían de tenerlo para invalidar de una plumada –pues hasta ahora “apenas” si la han convertido en minoritaria, de Codelco hablamos- lo que el parlamento en 1971 no tuvo otra alternativa que aprobar por unanimidad, tanta era la razón que la presidía y el grado de consenso nacional que avalaba una decisión histórica que sigue siendo uno de los pilares de la inextinguible adhesión del pueblo chileno a la memoria de su gran presidente Salvador Allende?
Por eso, ¡atención!, ¡alerta! Porque los últimos manotazos de ahogado de la fallida aventura derechista de tomarse La Moneda otra vez, no por la fuerza de las armas sino de la demagogia, el explicable desengaño y las razones del dinero, enfilan directamente hacia “Nuestro cobre”. Así saldarían su deuda con el imperialismo, la Kennecott y sus ramificaciones en el apenas “Tercer Mundo”, que los llevaron a retomar el poder para extremar la explotación de los trabajadores, desvirtuar la Reforma Agraria y arrebatar al pueblo, representado en un estado ampliamente “intervenido” por las clases productivas –trabajadores de la industria, del agro, de la educación, del comercio y servicios, profesionales y pequeños empresarios- en un sentido y orientación democráticos- los frutos del trabajo de generaciones.
Por todo eso, ¡atención! al Delenda Codelco que sin dudas ni tardanza se nos avecina.
FUENTE : EDITORIAL DE "EL SIGLO"