CHILE

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jueves, 7 de marzo de 2013

QUIÉN MANDA EN LA MONEDA O EL COMPLEJO DE LAS CULPAS COMPARTIDAS


Se destapa el affaire que compromete nada menos que al máximo funcionario del Servicio de Impuestos Internos (SII), institución “clave” en las políticas fiscales, y el presidente de la república se declara “sorprendido” a conocer el –escandaloso- perdonazo a una empresa privada que debía impuestos, intereses y multas al fisco. Y dice que, dada la magnitud de los montos involucrados, al menos debía haberse informado de ellos tanto a él como, en primera instancia, a su ministro de Hacienda.
A renglón seguido, puntualiza que, dado que el hecho está siendo investigado por la Contraloría General de la República, él esperará su dictamen para tomar cualquiera decisión.
Hasta aquí, el ya clásico –y por cierto justo- principio de que nadie es culpable hasta que así lo determinen los tribunales de justicia.  Muy distinto –sea dicho y no de paso- cuando se trata de otro nivel social y escala de recursos, como bien lo muestra la voracidad con que su ministro del Interior se anticipa a las investigaciones y  decisiones de la justicia para agobiar con el sambenito de “terrorista” a todo aquel que no sea de sus simpatías.
Evacuado el informe de Contraloría, los medios afines al gobierno, así como dirigentes aliancistas y funcionarios de la administración derechista, vuelven  a la carga con aquello de que… nadie es culpable hasta que…
Sin embargo, no puede el primer mandatario reprimir un reflejo de incomodidad al haber sido omitido en la consideración de tan espinudo episodio. Y es por eso que anuncia un compás de espera, un tiempo de reflexión.
En el fondo del episodio, de por sí censurable, del tratamiento privilegiado a una gran empresa privada y por montos cercanos o superiores a los 100 millones de dólares, aparecen otras “aristas” del problema.
El currículo profesional y empresarial del hasta nueva orden Jefe del SII lo muestra en flagrante concomitancia tanto con la empresa Johnson´s como con su adquirente, a la que el SII le facilitó la adquisición de una empresa en riesgo de quiebra pero ya “aliviada” de toda deuda con el fisco.
Escandaloso. Pero hay más, puesto que estos tartufos tercer milenaristas no vacilan en acudir a razones tales como el “cuidar  fuentes de trabajo”, “impedir que el fisco pierda la totalidad de lo que le es debido”, etc., etc.
Se preguntan los medianos y pequeños empresarios por los criterios del actual SII cuando de sus problemas se trata. Y la respuesta es la conocida: que funcionen las instituciones y cada cual se atenga a los términos de la ley.
Y es que por cierto ningún alto o mediano mando del gobierno del presidente Piñera cultiva inversiones en alguna Pyme o estudia y se prepara para titularse de “emprendedor” en los marcos el neoliberalismo imperante.
Sus esferas de acción son, y todo el mundo lo sabe, muy otras. En su mayoría pertenecen a las grandes empresas, nacionales y transnacionales que operan en el país, ya sea a título de inversionistas, directores o asesores de, entre otras materias, la tributaria.
Es el caso, una vez más, de lo que está ocurriendo con el señor Director del SII.
Ante el compás de espera que parece obligado a marcar el presidente de la república, cabe preguntarse, como lo hacemos titulando esta nota, quién manda en La Moneda.
Aunque tal vez sea más lúcido y coherente, habido todo lo que sabemos de los principales actores de este repetido episodio, concluir que lo que explica la extraña supervivencia del alto funcionario fiscal (?) no sea sino el dato esencial de que sus indudables conflictos de intereses son un rasgo que comparte con la gran mayoría –excepciones puede haber- de su gabinete ministerial, la cúpula aliancista, el parlamento y la generalidad de los cargos directivos de las entidades públicas. No olvidando, por cierto, las evidencias que a su paso por la “vida republicana” ha ido dejando como estela el Gran Emprendedor que ahora, ya en La Moneda, se enfrenta a la contradicción vital de ejercer un cargo al servicio “de todos las chilenas y los chilenos” siendo él mismo una suerte de espejo y expresión aumentada y corregida de El Gran Conflictivo.

FUENTE : EDITORIAL DE "EL SIGLO"