CHILE

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sábado, 26 de diciembre de 2015

108 AÑOS DE LA MASACRE DE SANTA MARÍA DE IQUIQUE

 Esta semana la matanza de la Escuela Santa María de Iquique cumplió 108 años. Queremos recordar a los 3.600 obreros que murieron por exigir la mejora de sus míseras condiciones laborales en la pampa salitrera.
“Señoras y señores venimos a contar aquello que la historia no quiere recordar. Pasó en el norte grande, fue Iquique la ciudad, 1907 marcó fatalidad, allá al pampino pobre mataron por matar”.

Este es el inicio  de la obra "Cantata Popular Santa María de Iquique", de Luis Advis, interpretada por Quilapayún, dos músicos de la Orquesta Sinfónica y el actor Marcelo Romo, estrenada en agosto de 1970, para mí y muchos,  una de las obras más importante dentro de lo que se conoce como La Nueva Canción Chilena.

La cantata recrea la histórica masacre de mineros pampinos, trabajadores del salitre y sus familias, mujeres y niños. Una triste y cruel historia ocurrida en Iquique, puerto del norte de Chile, a las 3.45 de la tarde del sábado 21 de diciembre de 1907.

Las víctimas se encontraban alojadas en la Escuela, lugar escogido por las autoridades regionales dada la gran cantidad de mineros y familiares que se habían juntado en Iquique , se cuenta que habían unos 5 mil en la escuela y unos 2 mil en la Plaza Manuel Montt, contigua a la escuela.

El motivo de tal aglomeración era una huelga que estaba en desarrollo, la huelga era la culminación del malestar de los trabajadores por los abusos que se cometían desde hace muchos años en la pampa.

Lógicamente había una serie de demandas entregadas al Intendente Carlos Eastman, entre ellas: eliminar el  pago en vales o fichas, canjeables solo por mercaderías de la misma casa o por dinero con un 30% de descuento más o menos; disminuir el horario de trabajo a por lo menos 10 horas; eliminar el robo de salarios, el ajuste de cuentas, los capataces abusadores con entrañas de verdugo, el alto precio de las mercaderías, alimentos, en los almacenes o pulperías; mejorar las condiciones y peligros dentro de la faenas de trabajo; mejorar la calidad del agua, de la habitaciones , habilitar locales para escuelas y educación de los niños y trabajadores.

Lo pedido por los huelguistas era razonable, ni se mostraron cerrados a la discusión. El pampino era solidario pero le faltaba la unidad y ésta se logró con la Gran Huelga. Se unieron a ellos también gremios del puerto como los de la maestranza, los carpinteros, los albañiles, los panaderos, sastres y pintores y mucha gente, mucha gente pobre; pero los señores, los ricos, les tenían miedo. Los huelguistas no cometieron ningún desorden importante, ni amenazaron a la población, los patrones o la autoridad; ni pretendieron sustituir a ésta. Se hallaban además, desarmados.

El Intendente, después de solicitar el término de la huelga, que volvieran a su trabajo, que desalojaran el local y después de muchas conversaciones y consultas al Presidente de la Republica, Pedro Montt, al Ministro del Interior Rafael Sotomayor, a los dueños de las salitreras entre ellos a Roberto Thomas North, el “Rey del salitre”, al cónsul de la Gran Bretaña, declaró el Estado de Sitio y dio la orden de desalojar la escuela. La respuesta no se hizo esperar, la orden de disparar fue dada, la ejecuta el General Roberto Silva Renard, jefe de la división provincial y al mando de la tropa reforzada en días anteriores con una fuerza del Regimiento "Rancagua" de Arica y tropas del Regimiento de Artillería de Costa, de Valparaíso. En menos de un minuto los pampinos fueron masacrados por las balas de las recién estrenadas ametralladoras Remington de aquella fuerza militar.

El Ejército chileno, después de una triunfante guerra (Guerra del Pacifico), después de haber derrocado y derrotado el ejército leal a José Manuel Balmaceda, había sido objeto de profundas transformaciones. Se había profesionalizado, se le ha inculcado lo que hoy conocemos como Doctrina de Seguridad Nacional, y de Guerra Preventiva, para enfrentar no sólo a los enemigos externos sino también al enemigo interno que cuestiona la sagrada propiedad privada de los grandes medios de producción.

La cantidad de los muertos no cuenta, fue una matanza sin piedad, ”los hombres sabiendo que se les engañaba, exasperados por la espera declararon su voluntad inamovible de no abandonar la escuela”, ”estábamos sin defensa, no podíamos hacerle frente” señalaban algunos testimonios.

Tras largos años de ser negados sus impulsos de reivindicación social, al fin estalló la Gran Huelga. Esta representó una clara demostración de la fuerza de los trabajadores de la pampa ante el agobiado gobierno de Pedro Montt y los prepotentes salitreros, lo que puso de manifiesto en forma destacada la existencia de la Cuestión Social en Chile.

Fue una acción para resguardar el  “respeto y el prestigio de las autoridades y de la fuerza pública”. Fue una acción preventiva, se les masacró no por lo habían hecho sino por lo que podían hacer, por el temor a los trabajadores.  No era cuestión de dinero, sino de principios, negociar bajo presión de la masa trabajadora, significaría una imposición manifiesta de los huelguistas y anularía por completo el prestigio moral que siempre debe tener el patrón sobre el trabajador. Era un mal ejemplo.

No fue una acción producto del pánico, fue una acción premeditada, fue una determinación consciente y planificada del Gobierno en total contubernio con los representantes del imperialismo inglés, además hubo una significativa acción mediática-informativa que propició la necesidad de la acción, así la impunidad triunfó sobre la justicia.

Inevitablemente la historia no se detiene, vendrían nuevas y horripilantes masacres, San Gregorio, la Coruña, Marusia, pero también vendría  la aparición de  una conciencia de clase, a partir del obrero salitrero, de las mutuales y mancomunales  surgen fuertes organizaciones de obreros y trabajadores de otras ramas de producción y de servicios en todo Chile que fueron construyendo todo un movimiento  social, político y sindical de izquierda que sufrieron nuevas derrotas pero también lograron victorias muy significativas, como la del Gobierno  de la Unidad Popular, que terminó  trágicamente y también nuestro enemigo terminó por imponerse y ahora en contubernio con el imperialismo norteamericano.

En todo caso esta historia, que queremos siempre presente, nos recuerda la imperativa deuda de cambiar la historia a nuestro favor, a los inmolados, los masacrados, los explotados, los perdedores, es peligroso, sin duda, para nosotros pero también para ellos, los ganadores de hoy, es peligroso pero es un deber.

Soy iquiqueño, nací en el Puerto Grande y realicé mis primeros años de estudio de primaria en la Escuela Nro. 1 “Domingo Santa Maria”, un nuevo edificio construido exactamente en el lugar de la escuela de esta historia. Por ello, llevo siempre presente estos hechos que están también expresados en un monolito en una de las esquinas de la escuela que ocupa toda una manzana.
Allí se recuerda esta triste y trágica matanza y más de algún 1 de mayo también se ha conmemorado en el lugar.

Los recuerdos están matizados por historias de fantasmas y aparecidos, todavía se dice que por la noche se sienten voces, gritos y llantos de los acribillados, todavía se habla de estas almas que penan porque su muerte fue injusta, fue cruel y sus culpables nunca fueron condenados, muy por el contrario, los masacradores fueron promovidos y premiados. Una mancha más, imborrable, en nuestra historia.

"Unámonos como hermanos que nadie nos vencerá, si quieren esclavizarnos jamás lo podrán lograr"

Estos son los versos de la última canción de la Cantata, canción de despedida. Una genial obra de un gran compositor “culto” que utiliza en ella elementos de la música andina, del norte de Chile, con las guitarras, las quenas, bombo y charango de Quilapayún. En si tiene un valor premonitorio toda vez que Advis señala  el peligro de que se produzca una nueva masacre si no se está vigilante. Con esto pareciera anunciar los hechos que sucederán con el Golpe de Estado en septiembre de 1973, y que derrocara a nuestro Presidente Allende.
fuente : el siglo