CHILE

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viernes, 30 de agosto de 2013

POEMA "DESAPARECIDOS"



Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas azoteas
ordenando sus sueños sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada

nadie les ha explicado con certeza
si ya se fueron o si no
si son pancartas o temblores
sobrevivientes o responsos

ven pasar árboles y pájaros
e ignoran a qué sombra pertenecen

cuando empezaron a desaparecer
hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás / ese andamiaje
de abrazos cielo y humo

cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían

están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio



Mario Benedetti


INVITACIÓN : ALLENDE "LA BIOGRAFÍA"


PERDÓN ...¿"DIJO PERDÓN?


A 40 años del golpe de Estado, que inauguró el período más negro de nuestra historia, algunos pueden sorprenderse por la abundante cobertura periodística, particularmente televisiva, que se ha desplegado en estos días, y seguramente en los que vengan hasta al menos el mismo día 11.
Se trata de una nueva demostración de la inquietud de las nuevas generaciones por conocer esos trágicos hechos, al tener conciencia cada vez más clara de que el golpe y la dictadura marcaron de manera decisiva su presente y su futuro.
Correrá mucha tinta, se oirán muchas voces. De ello no puede haber dudas. Pondrán el acento los unos en “las causas”, “el clima político”, las “responsabilidades compartidas”. Y siempre será bueno analizar los hechos “en su mérito”, con especial mención al marco político no sólo nacional también internacional.
Para otros, la mirada debiera enfocarse en las “consecuencias” del golpe de Estado. Esto es, las violaciones reiteradas y criminales a los derechos humanos cometidas desde el andamiaje del Terrorismo de Estado.
Se puede concordar en que ambas miradas no son excluyentes. Más aún, metodológicamente son inseparables. Esto, porque hablar del “clima político” imperante, de las contradicciones sociales y de posiciones que se volvieron irreconciliables, no es posible sin una mirada al entero contexto. Lo otro, por ejemplo, sería desconocer el impacto mundial del triunfo de la Unidad Popular en 1970, del programa de Salvador Allende, que incluía nada menos que el rescate de la riqueza principal del país, el cobre, hasta entonces en manos de consorcios estadounidenses.
Hay una pregunta que es imprescindible poner sobre la mesa, y es la que espera la respuesta del porqué tanta violencia criminal, tanta crueldad ejercida desde el Estado.
¿Se trataba de una pura y simple expresión de un sadismo hasta entonces reprimido? Explicación, claramente insuficiente.
Y entonces, ¿por qué los asesinatos selectivos y aun masivos? Hay que detenerse en los métodos, en los lugares, en la “sociología” de las víctimas.
Mataron y torturaron, sí, por venganza, venganza de clase propia y de clase ajena. Pero, fundamentalmente, lo hicieron para asegurarse aquella especie de impunidad que les es más cara: la del disfrute de su botín, que no era otro que el patrimonio de Chile. Necesitaban sacar de la escena a todos quienes pudieran testimoniar ante la historia de sus fechorías.  
Necesitaban, por sobre todo, “limpiar la cancha” para seguir robando y disfrutando de sus botines, como lo hace hasta hoy un extenso listado de delincuentes de cuello y corbata beneficiados por la dictadura con enormes riquezas. Y para ello había que “advertir” a quienes pudieran tener la tentación de, algún día, pedirles cuentas.
Pero, ahora algunos que fueron al menos cómplices -por acción u omisión- descubren que pueden escribir una suerte de última página”… pidiendo perdón.
¿Y qué significan esos gestos? Ante las evidencias acumuladas, ya nadie puede seguir echando tierra sobre los crímenes. Y se los reconoce: “no supe oír, no supe ver…”.
Bien, al menos, por una parte de la verdad histórica: el horror fue tal. Pero claramente insuficiente cuando el disfrute de los privilegios mal habidos queda intocado.
Y es que no mencionar la “obra social y económica” de la dictadura en tanto componente orgánico del período del Terrorismo de Estado, sería no sólo una ingenuidad imperdonable sino fundamentalmente una falsificación de la historia.
Y, entonces, claro, puede haber un perdón individual. Que una persona, fuertemente dañada por un agente del Estado, decida aceptar una petición de perdón proveniente de quien cometió un delito de atropello a la dignidad y aun al derecho a la vida, si éste alega en su favor “extrema juventud”, impericia, desconocimiento y, aun, temor.
Lo que no puede ocurrir, y es de eso de lo que se trata en el auténtico fondo de todo debate, es que una sociedad entera, una nación, grupos conformados por innumerables personas de toda condición social, chilena y chilenos -en este caso- que sufrieron por sus padres o por sí mismos tanta violencia desatada y sus consecuencias en sus vidas, que éstos, perdonen. Y no pueden hacerlo, no sólo porque no tendrían derecho a ello, sino además porque eso sería negarse a sí mismos y aceptar su suerte como una señal del destino, reconocerse como  ciudadanos de “segunda o tercera clase”, renegar de su esencia humana.
Y, entonces, ¿de que “perdón” estamos hablando

FUENTE : EDITORIAL DE "EL SIGLO"