CHILE

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lunes, 10 de agosto de 2015

A ROMPER EL SILENCIO

Ha muerto Manuel Contreras Sepúlveda, el “Mamo”, llevándose consigo valiosa información no sólo del destino final de los cientos de detenidos desaparecidos por la dictadura sino de los casos de miles de ejecutados y torturados así como de la identidad de los responsables de cada crimen. Desde  su omnipotente cargo de director supremo de la siniestra DINA, así como desde su posición de hombre de confianza de Pinochet, este militar – formado en los cavernícolas institutos de “inteligencia” de los EEUU- nunca tuvo un gesto de dignidad y persistió en un silencio cobarde que dificulta el conocimiento de toda la verdad necesaria.
Pero no es el único “mamo”, hay varios otros de su condición buena parte de los cuales se encuentran en prisión. Otros, en libertad, han lamentado la partida de su líder y otros que nada han dicho permanecen en la misma posición del lamentable delincuente y no entregan a tribunales nada de lo mucho que saben.
Corresponde preguntarse ¿hasta cuándo? Pero igualmente corresponde plantearse iniciativas en los más diversos planos, político, administrativo, judicial, nacional e internacionalmente, para romper el llamado “pacto de silencio”. Un silencio que se hace cómplice de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por la dictadura chilena, que es lejos una de las más sangrientas de las que tuvieron lugar  en la segunda mitad del siglo pasado a partir del golpe contra el presidente Jacobo Arbenz en Guatemala.
No se trata sólo de los altos mandos castrenses – en especial de los de la época de los hechos – sino también de los muchos civiles sediciosos que impulsaron a las FFAA a derrocar al gobierno constitucional del presidente Salvador Allende, así como de los dueños de medios de comunicación que en su momento se hicieron  parte de los atropellos a los derechos humanos al participar en operaciones tales como en los casos de los 119, o de Marta Ugarte y muchos otros en los que a sabiendas colaboraron para encubrir crímenes brutales.
Son sujetos que tienen  información y están obligados a entregarla conforme nuestra legislación interna y el Derecho Internacional.
Así nos lo recuerda, por ejemplo, el Informe acerca de la situación de los Derechos Humanos en Chile, 2014, publicación del Instituto Nacional de Derechos Humanos que, al referirse al Acceso a la Información Pública, Archivos y Acceso a la Justicia, nos recuerda que no sólo es normativa nacional el derecho de acceso a la información, sino que ya en 1977 en el primer protocolo adicional a los Convenios de Ginebra, a propósito precisamente de personas desaparecidas, establecía “el derecho que asiste a las familias de conocer la suerte de sus miembros” con lo que el Derecho Internacional Humanitario planteaba a los Estados la obligación de buscar los procedimientos que abrieran paso a la derrota de la impunidad.
La publicación citada nos recuerda igualmente otras resoluciones que cito. Entre ellas una sentencia del 2003 de la Corte Interamericana que señala que “en  caso de violaciones de los derechos humanos, las autoridades estatales no se pueden amparar en mecanismos como el secreto de Estado o la confidencialidad de la información, o en razones de interés público o seguridad nacional, para dejar de aportar la información requerida por las autoridades judiciales o administrativas encargadas de la investigación de procesos pendientes” y agregaba  que por lo mismo todo  Estado debe“garantizar que  ningún obstáculo normativo o de otra índole impida la investigación de dichos actos y, en su  caso, la sanción de los responsables”.
¿Puede haber un lenguaje más claro?
A su vez, en el año 2005 la ex Comisión de DDHH de Naciones Unidas en su Resolución número 66 subrayó “la importancia de respetar y garantizar el derecho a la verdad para contribuir a acabar con  la impunidad y promover y proteger los derechos humanos”, en tanto que en el 2008 el Consejo de DDHH de la ONU reiteró “la importancia de que la comunidad internacional reconozca el derecho que asiste a las víctimas de violaciones manifiestas de los derechos humanos de conocer la verdad sobre esas violaciones”.
Ese mismo año la Corte Interamericana sentenció que todos los Estados  deben garantizar que “toda persona, incluyendo a los familiares de las víctimas de violaciones a los derechos humanos, tengan el derecho a conocer la verdad y deben ser informados de todo lo sucedido en relación a dichas violaciones”. Parece hecho a propósito del caso chileno.
Todavía más – y esta vez sí expresamente para nuestro país –  el año 2009 el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas instó al Estado de Chile “a que facilite a los tribunales toda la información pertinente que obre en su poder para facilitar la labor de impartir justicia”.
Pero además dijo categóricamente que instaba a nuestro Estado“ a derogar la disposición  de la ley 19.992 mediante la cual se establece el secreto durante 50 años de información relativa a la práctica de la tortura durante la dictadura.”
Esta vez elmensaje fue directo y el  Congreso Nacional no debe ni puede seguir permaneciendo sordo a tan claro requerimiento del Derecho Humanitario. ¿Qué se espera?
Por si fuera poco, hace un año, en julio de 2014, el  Comité de DDHH de Naciones Unidas volvió sobre el tema y expresó que era preocupante el carácter secreto “de los documentos, testimonios y antecedentes aportados ante la Comisión de Verdad y Reconciliación y la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura” y recomendó que todo se hiciera público.
De todo lo cual resulta indispensable retomar con fuerza la lucha para que el Estado chileno se adecúe plenamente a los estándares internacionales en materia de derechos humanos.Desde luego, para que hablen los que manejan toda la información, espontáneamente o por decisión de quienes tengan la autoridad jurídica para requerirles tal conducta. Y además para despejar y derogar toda norma o instrumento que impida el acceso a la necesaria información.
Sólo de este modo tanto el Estado como las agrupaciones de familiares de las víctimas y todos quienes comprendemos que el gran asunto de las violaciones a los derechos humanos en dictadura no es tema del pasado sino del presente y sobre todo del futuro, habremos cumplido con nuestro deber superior de buscar el establecimiento de verdad y justicia.
Al mismo tiempo habremos derrotado al genocida recién fallecido y a quienes – que los hay  – todavía comparten, total o parcialmente, su aberrante conducta y el horror de la dictadura que impuso el tipo de sociedad que hoy la gran mayoría de las chilenas y chilenos anhela cambiar.
Eduardo Contreras
fuente : radio cooperativa 

LA MUERTE DE UN CRIMINAL

 Falleció el jefe de la siniestra Dina, culpable de secuestros, desapariciones, asesinatos y torturas. Manuel Contreras acumuló 562 años de cárcel por violaciones a los derechos humanos. Pese a eso, nunca lo degradaron como ex general.
 Solo le quedaba la morfina. Y un par de antiguos cómplices de crímenes salvajes, “camaradas del Ejército”. Se habló de “conciencia difusa”, cuando en realidad la había perdido hace muchos años. Murió estableciendo un record vergonzoso en la historia penal del país, acumulando unos 500 años de condenas por asesinatos, secuestros, torturas y desapariciones de decenas de chilenas y chilenos. 
Manuel Contreras Sepúlveda, ex director de la Dirección de Inteligencia Nacional, la siniestra Dina, la policía secreta de la dictadura cívico-militar que se dedicó a perseguir y reprimir a miles de ciudadanas y ciudadanos opositores al régimen dictatorial o que simplemente eran trabajadores, estudiantes, campesinos “sospechosos”; también la Dina se enfrentó a los dirigentes y militantes de los partidos democráticos y populares que encararon a la tiranía.
El jefe de la Dina “El mamo” le decían, murió este 7 de agosto, en la noche, a los 86 años, en una cama del Hospital Militar en La Reina, recibiendo atención médica y cuidados que él no solo impidió que se diera a cientos de personas, sino que ordenó y ejecutó acciones que llevaron a chilenas y chilenos a quedar severamente heridos o simplemente pasar a engrosar la lista de ejecutados políticos y de detenidos desaparecidos.
Su muerte fue literalmente celebrada por miles de personas a lo largo del país que llenaron las redes sociales y acusaciones e insultos a Contreras Sepúlveda, que conocieron la noticia en hogares o lugares públicos, y que se manifestaron en distintos puntos de varias ciudades condenando las operaciones de violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad cometidos por este ex oficial del Ejército, lugares como el propio Hospital Militar y en la Plaza Italia de Santiago. “Un asesino menos” se leía en un cartel. “Verdad y justicia, no a la impunidad” se veía en otros.
Hasta la noche de su muerte, Manuel Contreras generó tensiones. A agrupaciones de derechos humanos, organizaciones de la sociedad civil y partidos políticos, no les gustó para nada que este represor falleciera sin haber sido degrado como general en retiro, es decir, perder esa condición, por los delitos que cometió. Las autoridades a las que les correspondía no hicieron los trámites legales pertinentes para que este auténtico promotor del genocidio dejara de ostentar una alta condición de ex oficial de las Fuerzas Armadas.
Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Afdd), Lorena Pizarro expresó que “es complicado y provoca frustración e indignación (que el represor haya fallecido ostentado la categoría de ex general) porque finalmente, si uno observa, Manuel Contreras a pesar de tener más de 500 años de condenas por distintas causas, igual murió en un plano de impunidad inaceptable”. Recaldó que “nunca el Ejército fue capaz de degradarlo”.
Y es que “El Mamo” tenía encima condenas por 562 años de cárcel, después de que la Justicia lo procesó y condenó por 75 secuestros, tres homicidios, asociación ilícita para delinquir, sustracción de menores, entre otros. Como si fuera poco, por esos delitos también tenía a su haber dos condenas a cadena perpetua. A pocos días de morir, Contreras fue condenado a otros de 20 años de prisión por los homicidios calificados de seis integrantes de una familia. La mayoría de sus crímenes los cometió entre 1973 y 1978. 
El que fuera jefe de la Dina estuvo tras los asesinatos del ex Canciller chileno Orlando Letelier, ocurrido en Estados Unidos, y el del general Carlos Prats, acaecido en Argentina, y el intento de homicidio contra el dirigente de la Democracia Cristiana, Bernardo Leighton. Tendió su mano criminal hacia el exterior asociándose con bandas terroristas de origen cubano e italianas.
Dicen que fue la mano derecha del dictador Augusto Pinochet. En realidad, su mano ejecutora. Ambos, ahora, pasan a la lista de criminales y violadores de derechos humanos más repudiados por la inmensa mayoría de ciudadanas y ciudadanos de Chile y de muchos lugares en el mundo.
fuente :el siglo

IV. LOS LIBERTADORES ( CANTO GENERAL )




XXVII

GUAYAQUIL (1822)

CUANDO entró San Martín, algo nocturno
de camino impalpable, sombra, cuero,
entró en la sala.
                                       Bolívar esperaba.
Bolívar olfateó lo que llegaba.
Él era aéreo, rápido, metálico,
todo anticipación, ciencia de vuelo,
su contenido ser temblaba
allí, en el cuarto detenido
en la oscuridad de la historia.

        Venía de la altura indecible,
        de la atmósfera constelada,
        iba su ejército adelante
        quebrantando noche y distancia,
        capitán de un cuerpo invisible,
        de la nieve que lo seguía.
        La lámpara tembló, la puerta
        detrás de San Martín mantuvo
        la noche, sus ladridos, un rumor
        tibio de desembocadura.

       Las palabras abrieron un sendero
       que iba y volvía en ellos mismos.
       Aquellos dos cuerpos se hablaban,
       se rechazaban, se escondían,
       se incomunicaban, se huían.

       San Martín traía del Sur
       un saco de números grises,
       la soledad de las monturas
       infatigables, los caballos
       batiendo tierras, agregándose
       a su fortaleza arenaria.
       Entraron con él los ásperos
       arrieros de Chile, un lento
       ejército ferruginoso,
       el espacio preparatorio,
       las banderas con apellidos
       envejecidos en la pampa.

Cuanto hablaron cayó de cuerpo a cuerpo
en el silencio, en el hondo intersticio.
No eran palabras, era la profunda
emanación de las tierras adversas,
de la piedra humana que toca
otro metal inaccesible.
Las palabras volvieron a su sitio.

Cada uno, delante de sus ojos
veía sus banderas.
Uno, el tiempo con flores deslumbrantes,
otro, el roído pasado,
los desgarrones de la tropa.

       Junto a Bolívar una mano blanca
       lo esperaba, lo despedía,
       acumulaba su acicate ardiente,
       extendía el lino en el tálamo.
       San Martín era fiel a su pradera.
       Su sueño era un galope,
       una red de correas y peligros.
       Su libertad era una pampa unánime.
       Un orden cereal fue su victoria.

       Bolívar construía un sueño,
       una ignorada dimensión, un fuego
       de velocidad duradera,
       tan incomunicable, que lo hacía
       prisionero, entregado a su substancia.

       Cayeron las palabras y el silencio.
       Se abrió otra vez la puerta, otra vez toda
       la noche americana, el ancho río
       de muchos labios palpitó un segundo.

           San Martín regresó de aquella noche
           hacia las soledades, hacia el trigo.
           Bolívar siguió solo.


Pablo Neruda