CHILE

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viernes, 31 de enero de 2014

EDUCA -TV . TRAILER DE LA PELICULA " NERUDA "

"POR UN PEDAZO DE TIERRA ... "

... no quiero guerra”, cantaba en “Los pueblos americanos” nuestra genial Violeta Parra.

Ha culminado el largo proceso en la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, Holanda, para dirimir las fronteras marítimas entre Perú y Chile a requerimiento del país vecino. Estamos a la hora de las primeras reacciones y no es aventurado decir que entre ellas está, en el lado chileno, una cierta sensación de alivio. Y es que se temía algo peor y, sobre todo, se estaba alerta ante una presumible ola de ese nacionalismo que se aprovecha de cualquier episodio de ésta o parecida naturaleza para embarcarse en las más insolventes e irresponsables campañas belicistas. Bien conocemos la histeria de aquellos pijes que en parecidas circunstancias salen a las calles reclamando esas armas que bien saben que no serán ellos sino los jóvenes “populáricos” –otra vez Violeta- los que deberían empuñarlas.

Se inicia, desde hoy, el lento proceso de los balances y las “implementaciones”, que traspasarán, éstas últimas, los tiempos de la actual administración y se prolongarán al menos por meses bajo el mandato de la hoy presidenta electa.

Aquel “por un puñado de tierra…” nos trae a la mente otros puñados de tierra y de mar. Y es que a la mayoría de nuestro pueblo le gustaría –es una forma “suave” de decirlo- que el mismo o parecido celo patriótico se desplegara cuando se concesiona a unas cuantas familias algo más -mucho, infinitamente más- de ese mismo “mar que tranquilo nos baña”. O cuando, mediante el subterfugio de la “concesión plena”, extraída en 1981 de sus mangas de ilusionista por el entonces ministro dictatorial José Piñera, se burló escandalosamente la lógica de la Nacionalización del Cobre, ella sí promulgada democráticamente.

Al respecto, hagamos recuerdos: “La concesión plena implica la facultad de iniciar la extracción y apropiación de las sustancias. En el caso de que el concesionario sufriera la privación antes de comenzar a explotar o la facultad de continuar ejerciéndolo, cuando se expropia durante la explotación, se colige que la indemnización debe comprender el valor que a la fecha de la expropiación tenía la concesión de explotación o, lo que es lo mismo, el valor que el mercado atribuye al negocio que poseía el concesionario”. En otras palabras, todo lo contrario de la llamada “Doctrina Allende”, que fijó entre los criterios de la nacionalización lo que se conoció como “utilidades excesivas” de las grandes mineras extranjeras.

Se dirá que “perdimos”. Puede ser… en cualquier caso, no tanto como se temía. Pero, tampoco hay que minimizar ni olvidarse de nuestros compatriotas “extremos”, de los sufridos y permanentemente castigados pescadores artesanales, de las miles de víctimas de “el frío de los gobiernos” –una vez más, Violeta- cuando se trata de “planificar” –qué palabra más subversiva y añeja- y de repartir los beneficios fiscales.

¿Borrón y cuenta nueva? Al contrario: una mirada de integración que valore no tanto el intercambio de inversiones de los monopolios de uno y otro país –en nuestro caso, “inversiones chilenas”, las llaman- para abordar de frentón y sin ambages un auténtico intercambio cultural, científico -y por qué no, productivo. En la hora del neoliberalismo desenfrenado, elevar como patrimonio supremo cada identidad nacional, pero en el entendido de que no somos “iguales” a cada uno sino a un “nosotros” más inclusivo y enriquecedor. En el caso del Perú, miremos a su rica cultura, volvamos a Ricardo Palma y Mariátegui, a Vallejo y Arguedas, a Ciro Alegría y José Santos Chocano. Sólo así comprenderemos mejor y disfrutaremos en plenitud a nuestros Pablos y Gabriela, Lomboy y Coloane, Víctor y Violeta.

FUENTE : EDITORIAL DE " EL SIGLO "