CHILE

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jueves, 9 de mayo de 2013

LA VIOLENCIA TIENE DERECHOS DE AUTOR


“Rechazo la violencia, venga de donde venga”, es una de las frases acuñadas por la derecha y que han adoptado una cierta “carta de ciudadanía, pues  ¿quién podría sin graves riesgos, aceptarla y, aun más, justificarla y preconizarla?
Y sin embargo, hay ciertas formas de violencia en que sí importa “de dónde vengan”. Es el caso, por ejemplo, y sin ir más lejos de nuestras propias fronteras, de cuando ella es ejercida tanto en defensa propia como para hacer frente a una cruel tiranía.
Pero la derecha tiene al respecto un caudal de experiencias muy superior. ¿Habrá que recordar la represión sangrienta y sádica a la Comuna de París, en la Francia de 1871? ¿O la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, esta vez en nuestro suelo y en 1907?
La derecha chilena, pródiga en sangrías pedagógicamente aplicadas a “su” pueblo, puede exhibir una marca mayor y que jamás será olvidada: el 11 de septiembre de 1973.
Pero la violencia está muy de actualidad entre nosotros, en lo que suele nombrarse como “nuestro cotidiano”.
Marchan los estudiantes, los trabajadores, los defensores del medioambiente, los que reivindican los derechos de regiones y localidades depreciadas por un centralismo también “de clase”, y de lo único que se ocupan “los medios” y dan materia de obesos comentarios a los lenguaraces de turno y de Palacio es a… la violencia.
Ocurren cosas en este Chile que el muchacho de Chacarillas, hoy candidato presidencial de la UDI, calificó de “país maravilloso” en donde es hasta un privilegio vivir, y lo que nos muestran esos mismos medios es violencia, violencia y violencia, ya sea ésta inducida por la droga, por el alcohol o por la simple miseria.
Y cabe la pregunta: ¿siempre fue así Chile? ¿Hubo siempre droga, en sus variables de tráfico y consumo; fue siempre el alcohol la evasión buscada por los jóvenes y aun los niños de este país?
Todos saben que no fue así. Pero hay quienes no se preguntan por qué en un país en que ellos mismos proclaman mentirosamente un “con pleno empleo” y “una cobertura sin precedentes en la educación superior”, siguen ocurriendo tales hechos. Y el que esa violencia se generalice y haga explosión en cada ocasión que parezca propicia, y aun más si para ello median toda clase de provocaciones, un estado “de ánimo” determinado por un rencor arraigado con toda razón ante los abusos y la al menos indiferencia de “la clase política” y en particular de la derecha gobernante.
No siempre hubo en nuestro país una tal mayoría de jóvenes sin horizonte. Nunca vivimos tan literalmente “entre rejas”. Nunca fue la delincuencia hasta los actuales extremos una perspectiva deseable o al menos ineludible para tantos cientos de miles de personas.
Y como tiene derecho a que se le reconozcan las autorías, digámoslo derechamente: todo esto comenzó el 11 de septiembre, y algo antes si recordamos los prolegómenos de la campaña del terror y la preparación subversiva que lo precedió.
Fue la dictadura la que, diabólicamente, introdujo la droga en las mismas poblaciones en donde hizo su práctica política el nuevo hombre de la UDI, y ello para matar el alma de los jóvenes de Chile, los mismos que había soñado con otro porvenir y habían enarbolado el libro, la guitarra y las brochas y pinceles para ilustrar sus sueños y dar expansión a su talento y vocaciones.
Fue la dictadura, apoyada en los mismos que ahora no recuerdan si dijeron “sí” o votaron “no” cuando el dictador les preguntó, en medio de un ambiente de terror y carente de toda garantía democrática, si estaban por mantener sus privilegios o dispuestos a correr los riesgos de la democracia.
No hay violencia mayor que la injusticia, y mucho más si quien la ejerce se ha asegurado de que no podrá ser superada por ningún medio lícito al alcance de la conciencia.
Sí, señores y señorones de la peor derecha de nuestra historia: la violencia es de ustedes, no le disputamos sobre ella derecho alguno de autor.
   FUENTE : EDITORIAL DE "EL SIGLO"