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martes, 17 de diciembre de 2013

DOCUMENTOS DE LA CÍA DESNUDAN INFILTRACIÓN EN ULTRAIZQUIERDA CHILENA DESDE 1970

Tercera parte de una investigación basada en cables desclasificados de Estados Unidos, que muestran cómo agentes de inteligencia de dicho país no sólo establecieron vínculos con el Partido Comunista chileno o con grupos como el MIR y el FPMR, sino que además recibieron información clave que desconocían la DINA y la CNI.
Por Carlos Basso
Desde 1970, al menos, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) viene infiltrándose en los grupos de izquierda y ultraizquierda chilenos, de acuerdo a lo que queda de manifiesto en la revisión de distintos papeles desclasificados por dicha entidad, que dan cuenta de diversos contactos entre militantes y dirigentes de diversos grupos de dicho sino, y agentes de la CIA.
Por cierto, dadas las tachas de los documentos, en la mayoría de los casos no es posible saber si en dichas conversaciones existía conocimiento de parte de los interlocutores chilenos respecto de que conversaban con personas pertenecientes a la inteligencia norteamericana, si había dinero de por medio, si la información era mediada por terceros o si los diálogos eran autorizados por las dirigencias.
Los inicios
El primer documento que muestra un contacto de la CIA con alguien de la ultraizquierda chilena es un paper fechado en marzo de 1970, que posee casi toda su primera página borrada, y que relata lo que parece haber sido una conversación del 17 de marzo de ese año, en la cual “líderes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) dijeron que tienen planes para secuestrar a una autoridad[1] de la Embajada americana, en orden a intercambiarla por Sergio Zorrilla, un líder del MIR capturado el 15 de marzo. Los líderes del MIR mencionaron específicamente al embajador como el objetivo del intento de secuestro, pero admitieron que quizá deban secuestrar a un funcionario de la embajada distinto. Los líderes dijeron que están bajo una presión tremenda como resultado del arresto de Zorrilla y quieren librarlo lo antes posible”.
Un nuevo documento, de abril de 1970, señala que “un miembro del Partido Comunista de Chile (PCCH)” señaló que el partido planeaba doblar la cantidad de personas en sus unidades de autodefensa, cifra que en ese momento era de 800 a mil individuos, en función de dos ataques que habían sufrido el 31 de marzo las sedes de las Juventudes Comunistas y de la Unidad Popular (UP) y de la aparición de una supuesta organización llamada GRACO (Grupo Anticomunista, de cuya existencia la CIA señala que no existe información).
Un párrafo final menciona que “la tarea de las unidades de autodefensa será resguardar la propiedad del PCCH y repeler el vandalismo y la violencia. Sus miembros también servirán como guardaespaldas para ciertos líderes del PCCH. Estarán armados como pistolas y otras armas de mano”.
Por cierto, posteriormente, la infiltración era también el objetivo número uno de los aparatajes de inteligencia del régimen militar. Un informe de la agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) de EEUU, del 04 de diciembre de 1974 y que se atribuye a una “fuente de una sola vez”, relata la conversación que esta, seguramente un oficial de la FACH, sostuvo con el teniente coronel Lawrence A. Corcoran, agregado aéreo de Estados Unidos en Santiago, quien informó que el MIR tenía planes para asesinar al menos a seis funcionarios de la Dictadura, entre ellos al –en ese tiempo anónimo- teniente coronel de la FACH Edgar Cevallos Jones, el jefe del Comando Conjunto.
El texto agrega –en concordancia con lo que posteriormente sería el relato de la operación Colombo- que entre las víctimas también habría tres miristas, que serían ejecutados “por hablar demasiado y para servir de advertencia disciplinaria a los otros miembros”. Además, se detalla un plan para hacer estallar bombas en el Casino de Viña del Mar y un edificio de Santiago.
Sin embargo, lo más llamativo de este cable es lo que aparece al final, pues la fuente se jactó de que “la comunidad de inteligencia de la FACH había tenido un gran éxito en la infiltración del MIR, mucho más éxito que las otras ramas de las Fuerzas Armadas y la DINA”, lo que según la fuente obedecía a que “el MIR sabe que puede negociar con nosotros (FACH), pero no tienen la misma confianza con la DINA”.
Cabe mencionar que hace pocos días falleció el infiltrado más famoso del Comando Conjunto, René “Barba” Schneider, un ex mirista que fingió haber sido capturado y herido para hacer caer a sus ex compañeros.
Atentados
La infiltración hacia el MIR fue intensa y extensa, e incluyó el que la CIA, entre otras cosas, supiera de los intentos por establecer una guerrilla en Neltume, antes incluso que cualquier mirista pusiera un pie en la selva valdiviana, a fines de los ‘70.
En los años ‘80, no obstante, el principal foco de preocupación de la CIA en cuanto a la subversión de ultraizquierda era el FPMR y su nave nodriza, el Partido Comunista. Uno de los episodios en que más prístinamente registrada quedó la penetración de la CIA hacia dicho grupo subversivo fue durante el secuestro del teniente coronel Carlos Carreño, caso en el que, al igual como ocurrió con Neltume, los nortemericanos conocieron de antemano parte importante del resultado sin que, a juzgar por los resultados, le hubieran comunicado lo que habían averiguado a la inteligencia de Pinochet.
El 9 de octubre de 1986 aparece en los archivos de EEUU la primera evidenciade un contacto entre gente de la CIA en Santiago y alguien, probablemente un dirigente del PC, que tenía conocimiento de las actividades del FPMR. Esta conversación ocurría poco más de un mes después del atentado contra Pinochet, en Cajón del Maipo, y cuando el Frente aún era oficialmente el aparato armado del Partido Comunista y, por ende, se subordinaba al Comité Central de este.
Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los demás contactos, este tenía aroma a una maniobra de desinformación, pues el dirigente del “FPMR/PC”, como señala el cable, dijo al agente de la CIA que en el ataque al dictador habían participado sólo 11 militantes (fueron cerca de 30), que varios de ellos habían resultado heridos y que habían sido sacados del sector en dos Mercedes Benz idénticos a los de la caravana de Pinochet. Afirmó además que “de los 11 que participaron en la emboscada, seis dejaron Chile y cinco permanecen escondidos”. El informante también dijo algo que cobraría mucho sentido un año después, cuando se produjera la escisión al interior del FPMR, que se dividió en dos facciones, la leal al Partido y que luego abandonó las armas, y la Autónoma, que siguió en la misma lógica de combate hasta bien regresada la democracia.
Concordó (el informante) que el PCCH tiene menos control del FPMR de lo que se pensaba previamente. Existe también la percepción de que el FPMR se está radicalizando y que cada vez se inclina menos a recibir consejo político para tener en cuenta en la planificación de sus acciones”.
Veinte días más tarde hubo un nuevo contacto entre alguien de la agencia norteamericana y un tercero que manejaba mucha información sobre el FPMR. Este interlocutor explicó que el objetivo del grupo en ese momento estaba enfocado en desarrollar las milicias rodriguistas, respecto de las cuales habría un “énfasis especial en entrenarlas en autodefensa, reclutamiento y actividades agitprop[2]”.
Los diálogos se retomaron el 28 de noviembre de 1986, tres meses después del atentado frustrado contra Augusto Pinochet. El título del documento que da cuenta de la conversación reza “Partido Comunista Chileno decide autorizar un plan del Frente Patriótico Manuel Rodríguez para atentar por segunda vez contra el presidente Pinochet”.
El texto indicaba un miembro del PC había relatado que, junto con autorizar un nuevo intento de homicidio en contra del dictador, “el liderazgo del PCCH” también había solicitado la confección de un plan operacional para asesinar al ex director de la DINA, Manuel Contreras. Sin embargo, el informante admitió que el partido no pensaba dar la autorización definitiva para ninguno de los asesinatos hasta que no existieran condiciones políticas adecuadas.
Respecto de la intención de ejecutar a Contreras, el agente de la CIA que redactó el reporte señalaba que este “es visto por el PCCH como la persona más responsable de la muerte de desaparición de cientos de miembros del PCCH durante los primeros años del gobierno de Pinochet. Existe también la creencia común dentro del PCCH de que la muerte de Contreras no generará una reacción negativa en el gobierno ni en el pueblo chileno”.
Para febrero de 1987 el FPMR ya estaba quebrándose en dos partes y los rumores se multiplicaban. Un hombre del PC dijo en esas fechas, a la CIA, que un oficial del FPMR le había contado a mediados de febrero que el grupo subversivo “estaba planeando conducir operaciones importantes de sabotaje económico”, incluyendo la destrucción de centrales de energía y que, asimismo, pensaban asesinar a uno o más miembros del gobierno.
Algunos días después, ya en marzo, las instrucciones comenzaban a cambiar.Un cable del 24 de marzo de 1987 relata textualmente que aunque el Frente no había descartado el segundo intento de asesinato contra Pinochet, de acuerdo a un miembro del PC “los planes del FPMR se concentran en el presente en remendar las disputas internas y prepararse para actos violentos, principalmente contra objetivos militares y fuentes de energía en áreas urbanas”.
De hecho, existía un análisis político bastante meditado, pues según la fuente, el FPMR había meditado que los ataques contra multinacionales u objetivos económicos chilenos era contraproducente respecto de los objetivos del PC, de “crear una base de oposición popular que incluya a varias alianzas políticas populares”.
Los autónomos
En abril de 1987, la CIA captó una nueva fuente, pero esta vez no se la identifica ya como alguien del PC con conocimientos o injerencia de algún tipo en el Frente, sino derechamente como un “oficial” del FPMR; es decir, un dirigente. Y, por su discurso, es fácil colegir que se trataba de un descolgado, de un “Autónomo”, que dijo a los norteamericanos que su grupo estaba en un proceso gradual de “reactivar muchas de las unidades que han estado inactivas desde fines de 1986, como resultado de la pérdida de los arsenales y el fallado intento de homicidio del 7 de septiembre de 1986 en contra del presidente Augusto Pinochet”.
Aunque el frentista no mencionó que fueran a atentar en contra de este nuevamente, sí reiteró que asesinarían a autoridades del régimen y aseveró que les faltaban militantes entrenados en el uso de armamento sofisticado que poseían, como rockets[3].
El autor del documento culmina diciendo que existe una ruptura en el interior del FPMR, pero desconoce si el “oficial” con el cual habló es de los disidentes o de los que permanecieron fieles al partido.
Luego de ello, hay más de un año de silencio en las comunicaciones oficiales entre la CIA y el FPMR. Puede que haya habido varios contactos entre medio, pero si así fue, los documentos relativos a ello no figuran entre la partida de los desclasificados.
Lo que es objetivo es que la Agencia Central de Inteligencia de EEUU reanuda sus informaciones sobre el grupo con un informe relacionado al inicio de “La Guerra Patriótica Nacional”, la estrategia con la cual el FPMR-A pretendía iniciar guerrillas rurales y que se pretendía implementar independiente de los resultados que tuviera el plebiscito del 5 de octubre de 1988.
De acuerdo al texto, el Frente Autónomo inició su nuevo plan el 21 de octubre, con ataques a los retenes de Carabineros de Los Queñes[4] y Pichipeullahén, en la precordilleras de las regiones Séptima y Novena, respectivamente. El informe precisaba que –como ocurrió- estaban planeando “otros ataques en el sur de Chile y en zona de los indios mapuches en la Novena Región”.
El mismo paper afirmaba que la intención era “establecer focos de guerrilla en las montañas de la Octava y Novena Regiones”, agregando que del ataque a Los Queñes, la única víctima fatal había sido el cabo Juvenal Vargas, a quien erróneamente identifican como teniente segundo (grado que no existe en Carabineros).
Para los analistas de la CIA, “no hay explicación hasta el momento de por qué el FPMR/D[5] decidió perseguir la táctica de establecer focos de guerrilla en el sur de Chile, pero hay varias explicaciones plausibles: El FPMR/D puede ser abastecido más fácilmente en el sur, debido a las rutas de infiltración en la frontera montañosa con Argentina; el FPMR/D quizá crea que puede atacar más fácilmente a unidades militares aisladas en el sur de Chile que en vez de hacerlo contra grandes instalaciones en las ciudades importantes; el FPMR/D quizá quiere expandir su membresía y bases de apoyo, especialmente entre los mapuche; ellos quizá se sientan más capaces de emprender una estrategia de “guerra popular prolongada” desde el campo, donde los intentos de las fuerzas de seguridad chilenas por infiltrarlos serán más difíciles; el FPMR/D quizá desee trabajar junto a la facción del FPMR que aún permanece aliada al Partido Comunista de Chile (PCCH) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Ambos, el FPMR y el MIR, poseen una fuerte presencia en Concepción”.
Capa y Espada
A mediados de 1989 el FPMR Autónomo inició su campaña “Capa y Espada”, un serie de ejecuciones selectivas que cobrarían varias vidas y que se inició con el homicidio de Roberto Fuentes Morrison, más conocido como “El Wally”, uno de los más feroces integrantes del Comando Conjunto.
El 9 de junio de 1989, según especifica un cable de la CIA, Fuentes “fue ejecutado por su rol en las torturas y asesinato de civiles en los años posteriores al golpe de 1973 y por otras violaciones a los Derechos Humanos”.
El FPMR-A, decía el documento, estaba planificando otras ejecuciones semejantes contra ex integrantes de la CNI o la DINA y la información era correcta. A la lista de los frentistas, al año siguiente, se integrarían Luis Fontaine, el ex director de la Dicomcar, la unidad de Carabineros responsable del degollamiento de tres profesionales comunistas en 1985 y, luego, en 1990, intentarían asesinar al ex integrante de la junta militar Gustavo Leigh, secuencia que culminaría en 1991 con los homicidios del médico de la CNI Carlos Pérez Castro y su esposa, Anita Schlager, y posteriormente con el crimen del senador Jaime Guzmán.
El documento agregaba un dato intrigante: “los únicos civiles que serán objetivo son aquellos con lazos con la CNI y otras organizaciones represivas, e informantes. (Borrado) un contador que fue recientemente asesinado por el FPMR/D había sido in informante en el grupo. Comentario: (borrado) no identificó al informante”.
Bien informados, los hombres de la CIA culminaban indicando que si bien existían especulaciones en orden a que el crimen de Fuentes podía ser responsabilidad de la derecha, en este caso no había dudas al respecto, pues incluso así lo creían fuentes de la Vicaría de la Solidaridad.
Patricio Aylwin llevaba ya 11 días gobernando, el 21 de marzo de 1990, cuando se produjo un nuevo encuentro entre la CIA y un integrante del FPMR que, se entiende, pertenecía a la facción leal al PC, pues el documento parte indicando que miembros de este estaban buscando contactos con los Autónomos, con el fin de crear un nuevo grupo, debido a varias expulsiones que se habían producido en el Partido Comunista, por lo cual también estaban considerando una fusión con la facción Aguiló del MIR y con el Movimiento Juvenil Lautaro (MJL), lo que efectivamente sucedió cuando se creó la Coordinadora Subversiva Popular, de efìmera vida 1991.
Pero eso no era lo más interesante, sino que “el miembro del FPMR dijo que su grupo estaba intentando recuperar armas localizadas en un arsenal en la ciudad de Temuco, en la Novena Región. Este contiene lanzadores de cohetes RPG-7 y cohetes, subametralladoras checoslovacas y fusiles de asalto M-16. El miembro del FPMR también hizo referencia a otro arsenal que dijo está intacto”. Agregaba que el grupo esperaba reclutar unos 30 miembros, enfrentando como primera tarea “luego de obtener las armas, conseguir fondos por medio de robos armados”.
El último documento que da cuenta de la infiltración de la CIA hacia el grupo es del 27 de marzo de 1990, y relata –como pasó- que los autónomos estaban “determinados a continuar sus acciones militares tanto como Augusto Pinochet permanezca como comandante en jefe del Ejército”.
El informe indicaba también que los subversivos “creen que nada sustantivo cambiará bajo el gobierno de Patricio Aylwin Azócar en varios males sociales, políticos y económicos, que el FPMR/D cree deben ser rectificados en el futuro inmediato. El FPMR/D cree que Pinochet ha establecido un gobierno paralelo que prohibirá a Aylwin actuar efectivamente. Por dicha razón, (borrado) el FPMR/D mantiene su intención de asesinar a Pinochet”.
Lee aquí la conversación entre la CIA y un dirigente del FPMR:

[1] La palabra original en el documento es “oficial”, que más referirse a un oficial en el sentido militar, dice relación con un funcionario de alto nivel.
[2] Agitación y propaganda.
[3] Durante el atentado en contra de Pinochet, la principal falla que cometió el FPMR fue haber confiado el lanzamiento de un cohete LAW contra el Mercedes del dictador a un militante que no supo utilizarlo bien, pues se acercó demasiado al auto, sin darle tiempo al rocket para que se activara su carga explosiva.
[4] Cuando se replegaban de los Queñes, tras el homicidio de un cabo de Carabineros, fuerzas policiales capturaron y ejecutaron a dos dirigentes del FPMR: Raúl Pellegrín Friedman, el comandante “José Miguel” o “Rodrigo”, líder máximo del grupo, y la comandante “Tamara”, Cecilia Magni Camino.
[5] “FPMR/D” es la designación de la CIA para lo que se conoció como el Frente Autónomo, FPMR/A. La “D” obedece a la designación de “Disidente” que le daban los agentes de la Estación Santiago

LOS ULTRONES :

Cada generación política de la izquierda y el progresismo está irremisiblemente condenada, como en el mito de Sísifo, a acarrear una y otra vez hacia lo alto su propia y pesada roca. Lo que para el caso implica, entre otros muchos desafíos, tener que lidiar con sus propios e infaltables ultrones y aliados de ocasión.
Los ultrones son personajes arquetípicos, reconocibles por su locuacidad y espíritu mesiánico, su característico voluntarismo, su maximalismo y la dureza recalcitrante de las convicciones que exhiben e intentan imponer a como haya lugar.
Por definición, los ultrones en todo tiempo y lugar, e incluso siendo muy jóvenes e inexpertos en las lides políticas, sociales y gremiales, han de presumir con toda seguridad y desfachatez de tener en el bolsillo superior de la chaqueta las respuestas a todas las preguntas. Viven en un mundo de fórmulas prefabricadas y son adictos a las simplificaciones temerarias, las consignas, la grandilocuencia y la descalificación del adversario. Especialmente si aquel está ubicado en la izquierda, porque todos quienes no les lleven el amén son de derecha, o casi.
Propensos a la victimización, los ultrones reaccionan virulentamente, gritan, hacen sonoras pataletas, pucheros y otras niñerías. Despotrican y se hacen los ofendidos cuando se les enrostran sus vicios, contradicciones, precariedades y oportunismos. Y hasta hablan de conspiraciones mediáticas para intentar acallarlos. Sin reparar que en verdad los grandes intereses creados y los medios que dominan se disputan la oportunidad de publicitar y amplificar sus desvaríos con fines inconfesables.
Los ultrones fingen modestia y hasta bajo perfil, pero buscan afanosamente la publicidad de sus recurrentes ultimátum y persiguen las cámaras de toda especie, a las cuales miran fijamente para vociferar, gesticular y apuntarnos con sus dedos en señal de advertencia. Entonces gustan de hacer frases altisonantes y rotundas.
Los ultrones creen, contra toda evidencia, que la política es una cuestión de activismo incesante y sobre todo de voluntad. Son proclives al testimonialismo y a los “saludos a la bandera”, porque nunca llegan a comprender que la política es en realidad una cuestión de poder y de correlación de fuerzas. De capacidad de vencer, pero también de persuadir. De convencer con buenas y poderosas razones a las mayorías ciudadanas para, desde allí, construir bases sociales amplias y consistentes tras un proyecto de cambios que tenga posibilidad de prevalecer, concretarse y sobrevivir en el tiempo.
Pero los ultrones no creen en nada de eso. Ellos prefieren confiar en la fortuna, por ejemplo, en una oportuna, generalizada y profunda crisis económica internacional o algo semejante, en los golpes de mano y en el doctrinarismo como refugio. Ignoran la historia, abominan de los datos de realidad a propósito y desperdician las lecciones de la experiencia acumulada. Y como se las saben todas, o eso imaginan, son sectarios y autorreferentes.
Los ultrones son seres fatalistas, a pesar del optimismo histórico que parece poseerlos. Y hasta parece que, en el fondo, anhelan la derrota, especialmente electoral, a la cual continuamente se exponen por propia contumacia. Parece que perder les proporciona nuevos bríos y, paradójicamente, la confirmación empírica de sus propias y equivocadas certezas e impaciencias.
Propensos a la victimización, los ultrones reaccionan virulentamente, gritan, hacen sonoras pataletas, pucheros y otras niñerías. Despotrican y se hacen los ofendidos cuando se les enrostran sus vicios, contradicciones, precariedades y oportunismos. Y hasta hablan de conspiraciones mediáticas para intentar acallarlos. Sin reparar que, en verdad, los grandes intereses creados y los medios que dominan se disputan la oportunidad de publicitar y amplificar sus desvaríos con fines inconfesables.
Sin embargo, nadie que no comulgue completamente y sin ambigüedades con sus ideas y propuestas será nunca digno de ser tenido en cuenta por los ultrones como un legítimo oponente. Sobre todo, dentro del amplio, diverso y plural campo de la izquierda y el progresismo, universo que representa el campo de batalla en que los ultrones prefieren desenvolverse, dándose vueltas y vueltas, intentando morderse la propia cola.
Cualquier contradictor de los ultrones, por más pergaminos que pueda exhibir, será sin falta tachado de converso, traidor, corrupto, amarillo, cooptado por el pinochetismo, vendido al imperialismo norteamericano, a la derecha y el gran capital. Y especialmente, descalificado con aquel apelativo que, hoy por hoy, consiste en el mayor y más terrible insulto al que recurren los ultrones: “neoliberal”, pronuncian con desprecio. Ese sambenito, esa acusación agraviante que los ultrones gustan de lanzar como un ladrido a la cara de sus adversarios. Todo aquello, aparte de estimarlos como timoratos, blandos y cobardes sin remisión.
Los ultrones nunca llegan a comprender que la rivalidad, la polémica política, la discrepancia y la confrontación de ideas y concepciones tácticas y estratégicas son legítimas, buenas y necesarias. Pero que la expresión de aquellas divergencias tienen sus límites éticos, valóricos y hasta morales.
Los ultrones, cuando llegan a constituir organizaciones, por más raquítica y minoritaria que pueda ser su implantación política y social, optan siempre por adoptar denominaciones ampulosas. Y es bien sabido que en su pretendido afán moralizante y renovador, identifiquen a los partidos en general, y a los de la izquierda y el progresismo en particular, como a sus enemigos jurados. Olvidan los ultrones que el antipartidismo es una ideología reaccionaria originada en la derecha más recalcitrante, como aquella “gremialista” que dio lugar a la UDI. Pero todo eso les tiene sin cuidado, se dejan llevar por la corriente y la voz de la calle y persisten en hacer puntería, a sabiendas, hacia el lado contrario.
Los ultrones son completamente refractarios e inmunes a debatir en torno a cualquier evidencia empírica capaz de contrariar sus propias concepciones y entusiastas discursos. La historia social y política del país la leen e interpretan a su amaño y conveniencia, y por eso es que siempre sacan las consecuencias equivocadas. Así es que andan por la vida proponiendo tropezar en la misma piedra y cada vez que aparecen en escena, creen a pie juntillas estar inventando la rueda, el agua tibia y otras novedades. Y se la pasan advirtiendo sobre inminentes cataclismos políticos y sociales y partos históricos de los cuales ellos mismos serán, sin falta, los autores y conductores.
La enfermedad infantil del ultraizquierdismo y su pariente próximo, el movimientismo y la fe acrítica en los movimientos sociales son más viejos que el hilo negro. Sin embargo sus feligreses siempre pretenden representar un pensamiento nuevo y una nueva, más consecuente, limpia, transparente y honorable forma de hacer política. Un modo original, auténtico y principista de intervenir en el mundo político y social con fines transformadores. Y si las mayorías políticas y electorales no les siguen ciegamente, pues tanto peor para esas masas inconscientes.
Los ultrones, cuando fungen como líderes de pacotilla, son reacios a exponer sus propias y preciadas humanidades en la ejecución práctica de las tácticas y estrategias que propugnan. Prefieren actuar como ideólogos y comentaristas agazapados, como ávidos bebedores de café, para decirnos, casi siempre a gritos, que tras el humo y las ruinas de la debacle que están organizando, casi siempre desde sus teléfonos y computadores, emergerán ellos mismos y su grupete de adláteres, como los únicos e indiscutibles conductores. Y que entonces será el tiempo de pasarnos la cuenta sin anestesia por nuestras “vacilaciones” e inconsecuencias.
Tanto peor, tanto mejor, reflexionan cínicamente los ultrones. Juegan a aquello de “agudizar las contradicciones”, lo que implica que cuando más sufran los pobres, cuando más amplia sea la represión, los abusos, las violencias e injusticias a las que se les someta, más se acrecentará entre los desposeídos la conciencia sobre la necesidad de dejar en manos de ellos, de los ultrones, la conducción y orientación del proceso de profundos cambios que ha de sobrevenir en una fecha que ellos mismos han de determinar. En una próxima “reunión ampliada de la Dirección Nacional” de una de esas organizaciones que aparecen y desaparecen como los hongos, y que son conocidas como “partidos taxi”. Precisamente, porque la totalidad de sus miembros y simpatizantes pueden acomodarse en un auto, dos adelante y tres atrás, con el líder máximo como chofer.
Los ultrones y sus asociados con su diversionismo, irresponsabilidad y capacidad de meter ruido, se proponen chantajear y poner de rodillas a todos quienes no comulguen con sus ideas y propósitos. Poco o nada les importa si con aquello le hacen el juego a la derecha, que observa este espectáculo con inocultable regocijo y no menos esperanza.
He conocido a muchos ultrones. Y puedo dar fe que a la inmensa mayoría tal condición se les esfumó con la vida y el tiempo, casi por arte de magia y sin transición visible.
Como está muy establecido históricamente la gran mayoría de los ultrones nunca han pagado sus deudas políticas ante nada ni ante nadie. Alguna vez arrastraron a centenares y acaso a miles de seguidores, las más de las veces jóvenes e idealistas, al sacrificio personal y hasta a la muerte. Pero nunca estos ultrones del pasado, hoy obesos y envejecidos pero todavía locuaces, se han querido hacer cargo de modo autocrítico de sus propios errores e irresponsabilidades, los que bien podrían ser asimilados a la noción de auténticos crímenes. Pero hasta hoy estos caballeros, ex iluminados ultrones, no hacen otra cosa que mirar al techo y a hacerse los huevones cuando alguien osa interpelarlos por sus actuaciones del pasado.
Los ultrones de ayer, como no, “queman lo que ayer adoraron y adoran lo que ayer quemaron”, por eso no tienen problemas de conciencia y pueden seguir durmiendo sin sobresaltos. Prueba de aquello es que más de alguno de los que antaño escupían balas cuando hablaban, hoy ofician de millonarios y lucen bien acomodados en sus placenteras existencias como si nada. Y hasta opinan y pontifican desde altos y conservadores púlpitos mediáticos, llamando hipócritamente ahora a la mesura y a la prudencia.
Tal y como es muy seguro que tampoco tendrán problemas de conciencia en el futuro los ultrones de nuestros días. Por más dolores de cabeza que sean capaces de provocarnos.
Por todo lo anterior, no es raro, aunque si escandaloso e indignante, que los ultrones de hoy tiendan a confrontar más con la Nueva Mayoría que lidera Michelle Bachelet, que con la Alianza heredera del pinochetismo.
En el fondo, con su testimonialismo, su verborrea, su fanatismo, ceguera política y oportunismo, los ultrones aspiran a que, a los fines de profundizar las contradicciones y estirar el elástico, gane una vez más la derecha, y ojalá Longueira. Según afirman, de modo más o menos público, para que el reformismo y la blandenguería, encarnado por la Nueva Mayoría sea completamente arrasado de una buena vez, y se abra paso al revolucionarismo que ellos consecuentemente encarnan. Hasta nuevo aviso.
No es por otra razón que los ultrones y sus socios fácticos son abstencionistas un día sí y el otro no. Que llamen una mañana a anular el voto y en la tarde ya no. Que una vez sean partidarios de elecciones primarias y después de sacar cuentas se den una vuelta de carnero. Y que en un sentido general digan abominar de la política y sus procedimientos democráticos, aunque luego y con la misma cara de inocencia, quieran jugar con sus reglas, pero con ventaja para sí mismos.
Lo peor de todo, y más allá del “catapilqueo” que muy probablemente habrán de producir, es la certeza total de que en unos pocos años, veremos a estos mismos sujetos, más gordos, viejos y calvos, pontificar con cara de circunstancia sobre la mesura, la prudencia y la responsabilidad política.
Se los doy firmado.

CARLOS PARKER - ANALISTA POLÍTICO