CHILE

CHILE

martes, 24 de febrero de 2015

TODOS AL CAUPOLICAN!!!!!!!!!!!!!!


LENINGRADO : UN A HAZAÑA DECISIVA

En el mes de junio de 1941 las tropas de la Alemania nazi invaden el territorio de la Unión Soviética: es la llamada “Operación Barbarroja”.
 El 8 de septiembre del mismo año da comienzo el sitio de Leningrado, que sólo será levantado el 27 de enero de 1944. 
Fundada por el zar Pedro el Grande el 16 de mayo de 1703, capital de su imperio, San Petersburgo había cambiado en el curso de la Primera Guerra Mundial su nombre germano por el ruso Petrogrado, y pasó a llevar, tras su muerte en 1924, el del creador del Estado Soviético, Vladimir Ilich Lenin. 
“La ciudad de las tres revoluciones”, la llamaba Lenin, aludiendo a la de 
1905,  cuando una multitud desarmada se encaminó hacia el Palacio de Invierno, residencia del zar, obteniendo como respuesta una represión que causó más  de mil muertos: el “Domingo Sangriento”; y las      
de febrero y octubre (noviembre en el Calendario Gregoriano) de 1917. 
El largo sitio a la ciudad fue favorecido por un clima que no permitía la provisión de alimentos ni armas al no estar congeladas las aguas del mar Báltico y los lagos que la bañan. 
La ciudad capital del imperio zarista era en sí misma, por la magnificencia de sus palacios y la insolente ostentación del lujo de los privilegiados, una denuncia de la injusticia prevaleciente y un argumento eficaz para todos aquellos que venían luchando por superar el estadio de esclavitud y servidumbre de las grandes masas urbanas y campesinas.
Ciudad de encajes de mármol, con puentes adornados de bellas esculturas ecuestres o mitológicas, la llamada “Venecia del Norte” resistió un asedio que cada día profundizaba los sufrimientos y sacrificios de sus habitantes.
El primer año de la guerra tras la invasión nazi fue terrible en la ciudad sitiada. Se carecía de combustible, de energía eléctrica; los tranvías y los troleybuses estaban inmovilizados; las cañerías de agua, congeladas; el hambre acechaba inmisericordemente a sus habitantes. Parecía imposible subsistir en esas condiciones y la prensa fascista predecía diariamente su caída inminente. Durante ese invierno trágico, las calles estaban desiertas, los incendios se alumbraban por todas partes incendiarias y las pesadas bombas atravesaban literalmente los edificios. Pero Leningrado vivía y luchaba, sus defensores libraban un combate a muerte.
En los museos de la ciudad se exhibía hasta hace poco las raciones que diariamente se distribuían a sus habitantes, distinguiendo la composición de trigo o harina de maíz en el pan según su condición: combatientes, trabajadores (fundamentalmente mujeres), niños, embarazadas…
Incansablemente, los ejércitos de la Alemania hitleriana lanzaban sus oleadas de bombas y ataques aéreos y terrestres, pero la ciudad resistía.
Para Hitler y su Estado Mayor, “tomarse” la antigua capital zarista que llevaba el nombre del odiado fundador del Estado Socialista, era una obsesión. Tras su cumplimiento, miles de jóvenes soldados alemanes dejaron su vida ante esas murallas inexpugnables, defendidas a pura conciencia y valor.
Leningrado, Stalingrado… allí comienza la derrota de la “La Bestia Parda”, hasta la llegada del Ejército Rojo a Berlín y la rendición de los restos de la maquinaria bélica del Tercer Reich.
 
“La Gran Guerra Patria”
“La Gran Guerra Patria” fue una de las canciones más famosas en la Unión Soviética. Fue escrita por Vasili Lébedev-Kumach durante los primeros días de la invasión por el ejército alemán, la música  es de Aleksandr Aleksándrov, fundador del Coro del Ejército Rojo y compositor del Himno nacional de la Unión Soviética.
“¡Levántate, país colosal!
Levántate para el combate mortal,
contra la oscura fuerza fascista,
contra la horda maldita.
¡Que una noble furia
hierva como las olas!
Esta es la guerra del pueblo,
¡Una guerra sagrada!
Repeleremos a los estranguladores
de las ideas ardientes.
Violadores, saqueadores,
torturadores del género humano. 
Las alas oscuras no osarán
volar sobre la Madre Patria.
¡Y sus vastos campos
el enemigo no osará pisotear!
A la podrida inmundicia fascista
le meteremos una bala en la frente.
¡Para la hez de la humanidad,
forjaremos un fuerte ataúd!”
Y así fue. A pesar de los indecibles sufrimientos de todo un pueblo, las batallas de Leningrado y de Stalingrado, así como otros gigantescos enfrentamientos con el invasor, concluyeron con la liberación de los territorios de la Unión Soviética y la marcha hacia Berlín que marcó el final de la conflagración bélica más gigantesca de la historia de la humanidad. Decisiva en la victoria aliada fue la contribución de los pueblos de la Unión Soviética y un lugar de honor lo ocupan quienes en Leningrado resistieron más allá de las fuerzas y la resistencia humanas.
En su “Canto de amor a Stalingrado”, escribió Pablo Neruda:
“Los que en la gruta griega han escupido,
la estalactita de cristal truncado
y su clásico azul enrarecido,
ahora dónde están, Stalingrado?”

Fernando Quilodrán