CHILE

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sábado, 14 de noviembre de 2015

DÉCADAS SIN PLANIFICACIÓN EN ESTACIÓN CENTRAL ¿DESIDIA O INCAPACIDAD?

Este 2015 Estación Central cumplió 30 años desde su creación. Fue compuesta por la desagregación de las comunas de Santiago, Maipú y Quinta Normal, dando vida a esta comuna con arraigo popular en el centro de la gran ciudad.
Hoy día se configura como un espacio local joven en desarrollo y con mucho potencial.Durante estos 30 años, diversas han sido las tendencias políticas que la han administrado, pero a ojos vista, queda clara la incapacidad que se ha tenido para imprimirle un desarrollo armónico y sustentable que redunde en una mejor calidad de vida para quienes la habitamos.
Es una deuda aún pendiente que es menester saldar, para así revertir este estatus de comuna que no cumple con los estándares mínimos de desarrollo establecidos.
En otras palabras, existe una deuda desde la administración municipal con la concepción de comuna, además de excluir a los habitantes de Estación Central en la definición de la imagen objetivo, sobre el uso y destino del territorio en el que quieren vivir a futuro.
La noción miope de concebir el municipio exclusiva y excluyentemente desde lo administrativo y tecnocrático, dificulta proyectarse a largo plazo con una mirada estratégica pensada de forma plural, participativa y vinculante, práctica que colisiona con los sueños, anhelos e intereses de vecinas y vecinos de nuestra comuna.
Para muestra un botón, la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades (Ley N° 18.695) establece en su artículo 6 que “la gestión municipal contará, a lo menos, con los siguientes instrumentos: a) El plan comunal de desarrollo y sus programas; b) el plan regulador comunal, y c) El presupuesto municipal anual”.
Quiero detenerme en el primer punto, el conocido pero abandonado PLADECO (recién hoy día en proceso de actualización), instrumento de gestión local definido por Ley y que en Estación Central caducó el año 2010 y desde esa fecha hasta ahora, no existe un plan de desarrollo comunal actualizado y específico para el periodo, sólo se ha ampliado un instrumento anacrónico y extemporáneo que no se condice con lo que hoy sucede en la comuna.
Esta situación refleja la incapacidad de gestión del municipio y deja manifiesta la desidia con nuestra comuna y sus habitantes, toda vez que en el artículo 7 de la Ley N° 18.695 indica que el PLADECO -instrumento rector del desarrollo en la comuna- contemplará las acciones orientadas a satisfacer las necesidades de la comunidad local y a promover su avance social, económico y cultural, alcances que no se han cumplido desde 2010 a la fecha.
Si existiera un razonamiento lógico, se comprendería y asumiría que la planificación permite anticipar problemas, describe ciertos aspectos de la situación a intervenir y se establecen ciertos resultados esperados, por lo que el PLADECO se transforma en un instrumento que permite coordinar acciones y enfrentar ciertas incompatibilidades con tareas urgentes.
Muy lejano a esto, hemos visto en estos años que Estación Central no avanza con un horizonte claro, definido y planificado en conjunto con su gente, sino todo lo contrario, avanza hacia la desregulación territorial, con un boom inmobiliario que está arrasando con la historia y patrimonio local; se aprecia una carencia de áreas verdes y espacios de recreación cuyo objetivo sea apartar a niños y jóvenes de la droga y delincuencia; la cultura popular de masas aún no cuenta con la Casa de la Cultura financiada hace años por el gobierno central, entre tantos otros anhelos de los vecinos incumplidos.
En definitiva, el PLADECO es la expresión de la implementación de políticas públicas desarrolladas, principalmente, con la participación de la ciudadanía, considera métodos y herramientas de planificación estratégica, planificación comunitaria y planificación ambiental. Hasta el momento, nada de eso tenemos, cuestión que se refleja en lo desorden de las acciones implementadas en la comuna.
Lo antes expuesto no es una opinión personal antojadiza ni menos un invento, sino que se plasma y sustenta en la historia reciente y la propia Ley existente (implantada por la dictadura y que aún nos rige), la que establece el criterio normativo analizado y que desnuda la pésima gestión municipal de esta comuna de casi 15 Km2 y cerca de 120.000 habitantes a los que se les ha negado la posibilidad de ser parte de las orientaciones de sus destinos, en la definición del horizonte de la comuna y el uso de su territorio, opinar sobre los programas y acciones, planes de inversión anual, enlazar la visión de comuna con el instrumento de planificación territorial como es el Plan Regulador Comunal (PRC), entre otros cercos y limitantes en la decisión.
Termino diciendo que la administración municipal de turno y también la anterior, por el hecho de tener a la comuna sin una planificación estratégica local por más de 5 años, demuestran su total indiferencia y nula sintonía con la ciudadanía de Estación Central que vive los problemas antes mencionados y que anhela respuestas de avanzada y concretas en la destinación de los esfuerzos, voluntades, recursos y asignaciones sociales, por ejemplo, como es la creación de una Farmacia Popular en Estación Central.
Nuestra labor y nuestra propuesta, como siempre ha sido, es trabajar comprometidamente en conjunto con la ciudadanía y las organizaciones sociales, para avanzar en la modernización del territorio y entregarles a los vecinos la calidad de vida que sin duda se merecen.
fuente : radio cooperativa

POR FIN UNA AUDITORÍA A LA GESTIÓN FINANCIERA DE SABAT

Hace unos días, representantes del Magisterio de Ñuñoa nos reunimos con el alcalde Andrés Zarhi, en un encuentro inédito entre las partes. “No tengo nada que ofrecerles, hay puras deudas en este municipio”, señaló en esa oportunidad el ex concejal. La realidad pudo más. Tanto así, que Zarhi debió retroceder de su posición inicial de no auditar la gestión financiera de su antecesor, Pedro Sabat, y accedió, a la solicitud de los representantes de la Nueva Mayoría,para  poner en tabla la contratación de una Auditoría Externa.
Con el voto favorable del concejal de RN, Víctor Caro, podrán ser revisados los últimos dos períodos del renunciado edil, quien hoy se concentra en obtener un cupo para competir por un escaño en el parlamento.
Sin duda, la aprobación de este arqueo de las finanzas municipales tiene un gran significado: permitirá conocer el deterioro real de la billetera del Municipio de Ñuñoa, pero también será la primera vez, en casi dos décadas de administración de la derecha, que podremos enterarnos de los detalles de la gestión  financiera de Pedro Sabat.
Según la Ley N° 18.695 Orgánica Constitucional de Municipalidades, el Concejo tiene la facultad de realizar dos tipos de auditorías, financiera o al Plan de Desarrollo Comunal (PLADECO), para lo cual debe ser aprobada por mayoría de sus integrantes, pudiendo llevarse a cabo sólo una vez en el año. Debe contratarse por medio del alcalde, representante legal del municipio, y con cargo al Presupuesto Municipal.
Más allá de estas formalidades, lo más importante, a mi modo de ver, es que los informes finales deben ser de conocimiento público. De esta forma, esperamos que sea posible esclarecer hechos que, es cierto, no pasan de ser rumores, ya que no contamos con documentos que permitan probarlo.
Por ejemplo, que las luminarias led instaladas en Ñuñoa son unas tres veces más caras de las compradas en el resto de las comunas; que el gasto total que ha significado la llamada “clínica de Ñuñoa” alcanza para construir cinco consultorios equipados; que se deben 900 millones de pesos a Chilectra y otros 500 a la empresa que construye la misma clínica.
En el Concejo del pasado martes 10 de noviembre, Andrés Zarhi señaló que los informes elaborados en el municipio hablan de una cifra cercana a los 2500 millones de pesos de déficit.
Un punto que afecta al patrimonio municipal, según establece la ley, son las multas cursadas en favor del municipio. Durante el invierno de 2014, recibí correos electrónicos y mensajes de redes sociales de vecinos y vecinas de distintos sectores, señalando llevar varios días, incluso semanas sin luz en las calles. En julio del año pasado expuse el tema en Concejo Municipal, pero debí ingresar un documento formal, el Ordinario N° 15, para recibir una respuesta, por cierto, insuficiente.
En el verano de 2012, antes del actual período, la empresa Chilectra se adjudicó el suministro y mantención del alumbrado público de la comuna, estableciéndose en el contrato la aplicación de multas desde las 12 horas por puntos en mal estado o sin suministro de energía. Vecinos señalaban llevar semanas sin luz en sus calles, aumentando su sensación de inseguridad. Las multas jamás fueron aplicadas, sin dar el ex edil ninguna explicación.
Otro de los elementos importantes a la hora de auditar la gestión financiera de Pedro Sabat en Ñuñoa, tiene que ver con la cuantiosa suma de dinero invertida en el fallido proyecto de clínica, que hasta hoy suma 11 mil millones de pesos. Edificio que terminó albergando un CESFAM y la urgencia comunal. De allí el nombre con que el inmueble se ha hecho tristemente famoso, “elefante blanco de Ñuñoa”.
En relación al presupuesto de salud, este 2015 será la segunda vez que el municipio cumpla con lo exigido por la Ley 19.378 Estatuto de Atención Primaria, y entregue a la autoridad respectiva, el Servicio de Salud Metropolitano Oriente, su Plan de Salud Comunal, que debe presentarse anualmente para ser sancionado por el Concejo Municipal. Sólo después que con el equipo de trabajo de la concejalía que encabezo, presentáramos un requerimiento ante la Contraloría General de la República para revisar esta grave falta, este documento fue entregado. Hasta entonces, el presupuesto de salud fue una incógnita, ya que esta área está delegada a una Corporación Municipal.
El trasparentar la gestión financiera de Pedro Sabat, tiene sin duda un valor más cualitativo que el necesario arqueo de cifras.
Se trata de devolver a la ciudadanía su derecho a contar con información –primero que todo- y que ésta sea veraz y oportuna. Al mismo tiempo, reconoce al Concejo Municipal su real dimensión fiscalizadora y de representación de la comunidad. En definitiva, un paso más hacia la puesta en valor de la democracia en Ñuñoa.
fuente : radio cooperativa

COLUSIÓN Y LOS “HIJOS DE PINOCHET”

El término “Élite” designa a quienes han dirigido las sociedades a lo largo de la historia, basando su legitimidad en su capacidad de organizar la producción social de la manera más adecuada a cada época, respetando escrupulosamente la parte de la jornada que los trabajadores requieren para sostenerse ellos y sus familias y destinando parte significativa del excedente al desarrollo de la ciencia, la cultura y las artes. En Chile es una marca de papel higiénico.
El requerimiento de la Fiscalía Nacional Económica por colusión en la venta de papel y otros productos del rubro higiene, a la firma y familia que ejercen de yeguas madrinas del empresariado y la élite chilena, viene a develar con precisión científica el carácter de aquello en que ésta ha devenido tras el golpe militar: una élite rentista que ha pretendido restablecer, mediante la violencia pura y sus secuelas, la hegemonía cuya legitimidad había ya perdido por completo hace medio siglo atrás. 
Como siempre sucede con estos graznidos de cisne de las élites que mueren, las hegemonías sostenidas exclusivamente por la fuerza duran un tiempo históricamente muy breve. La que asumió tras el golpe militar, que un periodista talentoso bautizó como “Hijos de Pinochet”, vive su ocaso en medio de la decadencia y descomposición, a lo que este episodio agrega la bastedad y el ridículo más completos. Se lo merecen, porque lo que hicieron en el medio siglo recién pasado es imperdonable y a juzgar por lo que parlotean en sus círculos íntimos y a veces en la prensa, ellos mismos todavía no se hacen cargo de ello y probablemente no lo harán jamás.
Los “Hijos de Pinochet” no son una élite legítima porque no han sido capaces de organizar la producción social en base a la única fuente de la moderna riqueza de las naciones: el valor agregado mediante la contratación masiva de trabajadores para producir bienes y servicios que se vendan en el mercado en condiciones competitivas. 
Los “Hijos de Pinochet”, en cambio, obtienen el grueso de sus ingresos de la renta de los riquísimos recursos naturales del país, de los cuales se han apropiado casi totalmente y mayormente sin pagar un peso. La renta, como se sabe, es un excedente de precio que el mercado asigna a los bienes y servicios escasos por encima del valor agregado en su producción, el que incluye la ganancia capitalista normal. Los monopolistas son cuasi-rentistas, que en virtud de su poder de mercado son capaces de generar escasez artificial y vender asimismo por encima de los costos de producción, que incluyen la ganancia media.
La renta se origina en un traspaso de parte de las ganancias de los capitalistas que producen y venden mercancías en mercados competitivos, cuyos precios necesariamente deben rebajarse por debajo de sus costos, a costa de una reducción en la ganancia media, para que los bienes escasos se puedan vender consistentemente por encima de los suyos. Es decir, lejos de ser lo mismo, los rentistas son parásitos de los auténticos capitalistas. Es por este motivo que en todos los países modernos, las élites auténticamente capitalistas nacionalizan los principales recursos naturales y establecen drásticas legislaciones antimonopolio.
En Chile, en cambio, la hegemonía de la élite está en manos de un puñado de grandes rentistas. No más de diez se han apropiado sin pagar un peso del 40 por ciento de las riquezas del subsuelo, dos se han apropiado del 90 por ciento de los derechos de agua, otras dos de más del 90 por ciento de las plantaciones forestales, y siete familias se apoderaron de todas las licencias de pesca industrial. Solo en el cobre, la renta apropiada por esta vía equivale a más del 10 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país. 
Aquellos que venden en el mercado interno se han coludido para obtener cuasi rentas en casi todos los sectores económicos, lo que hasta el momento se ha demostrado y sancionado en productos de primera necesidad para el consumo popular, como medicamentos, pollos y ahora hasta en el papel higiénico.
Los “Hijos de Pinochet” no son una élite legítima porque no respetan su regla moral más esencial, que consiste en que su derecho a quedarse con los excedentes tiene como contrapartida el respeto estricto del tiempo de trabajo que los trabajadores necesitan para sostenerse ellos mismos y sus familias, incluidos sus viejos. Esta norma ha sido respetada por todas las élites legítimas a lo largo de la historia. La respetaron los amos con sus esclavos, los señores con sus siervos y también la vieja élite latifundista chilena, que se permitía meter mano hasta las hijas de sus inquilinos, pero nunca al tiempo que ellos tenía reservado para trabajar las tierras que se les asignaban para producir lo necesario para sostenerse ellos y sus familias, incluidos sus viejos. 
En la sociedad moderna, los capitalistas se apropian de los excedentes, pero saben que deben pagar salarios justos para que sus trabajadores puedan mantenerse en las condiciones que cada sociedad considera dignas según el nivel de democracia que haya logrado. Ello se garantiza mediante estrictas legislaciones laborales que aseguran un mínimo de equiparidad en las negociaciones salariales. En Chile la dictadura abolió la legislación laboral más o menos avanzada que se había logrado a lo largo de un siglo de luchas sindicales y la élite se ha debatido como gato de espaldas para evitar que se le introduzcan mínimas reformas, lo que resulta bien evidente y vergonzoso precisamente por estos días. 
Pero adicionalmente, se apropian parte de los salarios mediante cobros abusivos en tarjetas de crédito bancarias y otras formas de créditos de consumo, usura pura, cuyos intereses amontan a poco menos de un cinco por ciento del PIB por año. Como si eso fuera poco, se apropian de la casi totalidad de los descuentos salariales destinados supuestamente a sostener a los trabajadores que se han acogido a un merecido retiro, mediante el sistema de AFP que es un mecanismo de ahorro forzoso mediante el cual se apropian de salarios y subsidios financiados con impuestos pagados asimismo principalmente por los trabajadores puesto que la élite los elude sistemáticamente, que en términos netos, es decir, después del pago de pensiones, equivale a más de un cinco por ciento del PIB por año.
Los “Hijos de Pinochet” no son una élite legítima porque en su bastedad y codicia no han sido capaces de destinar una parte adecuada del excedente al desarrollo de la ciencia, la cultura y las artes y han intentado reflotar la rancia y premoderna cultura de casta, oscurantismo religioso y segregación social. 
Tras el golpe militar redujeron el presupuesto educacional a la mitad, los salarios de los profesores a la tercera parte, despedazaron el sistema nacional de educación pública y luego han venido intentando privatizarlo y convertirlo en una fuente adicional de apropiación de fondos públicos mediante el sistema de “vouchers”. Dicho sistema había sido creado por el Estado, dirigido por gobiernos de todas las tendencias políticas, a lo largo del medio siglo precedente, era gratuito y de una calidad admirada en la región y al momento del golpe tenía matriculados más de tres millones de alumnos de una población total de diez millones de habitantes. Dicho número disminuyó en términos absolutos en la primera década de dictadura, especialmente en el nivel terciario y hoy, tras todo lo ocurrido después, están matriculados en todo el sistema, público y privado, en todos sus niveles, sólo cuatro millones de alumnos de una población total de más de 16 millones de habitantes. 
Este brutal retroceso inicialmente obedeció a que los militares consideraban el ámbito de las cosas del espíritu como una plaza enemiga, la cual había que ocupar y destruir. Sin embargo, que se haya sostenido a lo largo de casi medio siglo sólo se explica porque los rentistas no requieren, como los auténticos capitalistas, de una fuerza de trabajo altamente calificada y una producción científica y técnica que sustente la innovación constante, única fuente del aumento legítimo de sus ganancias.
Peor aún, los “Hijos de Pinochet” pretendieron imponer en Chile una cultura de “apartheid”, versión esperpéntica de los esquemas de castas premodernos, que algunas élites decadentes han pretendido imponer en sus vanos intentos de prolongar su ocaso gobernando por la fuerza. Así sucedió por ejemplo en Sudáfrica, cuya minoría blanca comparte con la vieja élite agraria criolla su origen en colonos pobres arribados en el siglo XVI y convertidos en pequeños señores. Recién en 1948 tuvo que recurrir a las infames leyes de segregación racial para prolongar mediante la fuerza durante medio siglo una hegemonía que ya por entonces había perdido por completo su legitimidad. 
Una de las versiones más grotescas del “Apartheid” criollo fue su deformación de la vida social de las modernas ciudades chilenas mediante erradicaciones forzadas de poblaciones populares completas en una suerte de “limpieza étnica”, en su intento de replicar el modelo de las viejas casas patronales de las haciendas, a barrios completos. Allí malviven su ocaso, aprisionados en privilegios que no alcanzan nunca la altura de los muros y alambradas, cámaras de seguridad y vigilantes, con los cuales pretenden apaciguar su terror a perderlos, aplastados bajo fanatismos religiosos y otros arcaísmos rancios simbolizados por los techos de tejas de su preferencia.
Liberada de esta costra rentista, será posible que florezca la joven, educada, bullente y promisoria nueva élite chilena, comprometida con los derechos humanos y la democracia, conformada socialmente por los cientos de miles de pequeños, medianos y algunos grandes empresarios, auténticamente capitalistas —entre ellos muchos de los hijos de los “Hijos de Pinochet”—, junto a los profesionales, científicos, artistas, sacerdotes de todas las creencias e intelectuales, y todos aquellos que se han destacado como líderes en las más diversas actividades en virtud exclusiva de su mérito personal, así como los políticos profesionales y altos funcionarios civiles y militares que conforman el aparato del Estado. Aventados los “Hijos de Pinochet”, ellos podrán asumir en plenitud el desafío de conducir a Chile con paso firme a traspasar las puertas y adentrarse en la era moderna.
Mientras tanto, los millones de trabajadores chilenos y sus familias, junto a los cientos de miles de hermanos latinoamericanos que crecientemente vendrán a asentarse en esta tierra, rejuveneciendo y acrecentando su fuerza de trabajo, multiplicarán la riqueza del país. Con sus periódicas irrupciones masivas en la vida política, como la que está cursando en estos precisos momentos, continuarán empujando desde abajo proporcionando la inmensa energía que se requiere para remover las trabas que impiden el progreso, aventar a los “Hijos de Pinochet” y exigir a su élite que se comporte en todo momento como corresponde. 
Algún día, mucho más adelante, asumirán ellos mismos, directamente, los destinos de nuestra sociedad.
fuente : el siglo