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sábado, 8 de junio de 2013

"LOS RELATOS" DE LA SEMANA

Dos “temas” han sido estos días objeto de la atención ciudadana y su consiguiente aprovechamiento por parte de conocidos medios de prensa: la Asamblea Constituyente para elaborar una Constitución Política digna de su nombre, y la polémica desatada por la denuncia sobre los “falsos exonerados” propiciada desde el gobierno como una de sus grandes cartas de campaña electoral.
¿Hará falta recordar cómo se gestó la Constitución de 1980? En cualquier caso, he aquí algunos datos:
Tras el golpe del 11 de septiembre fue suspendida la Constitución vigente desde 1925 y, para instalar la nueva y “definitiva” institucionalidad se designó con la tarea de hacer una propuesta “a partir de cero” a un conjunto de “notabilidades” conocido como “Comisión Ortúzar”.
Un llamado “Consejo de Estado” visó la propuesta.
En la etapa siguiente, la Junta Militar introdujo algunos cambios y el texto fue sometido a plebiscito (fraudulento y en plena vigencia del terrorismo de Estado) en 1980.
Tras ese proceso, del que sería ocioso consignar algunas de sus irregularidades y artificios, la Constitución de 1980 entró en vigencia el 11 de marzo de 1981, aunque hubo sectores de la ciudadanía que no reconocieron su validez.
Algunas operaciones cosméticas que en nada afectan a su esencia dictatorial, se registraron durante administraciones concertacionistas.
Hasta aquí el primer “relato”.  En base a él, desde la derecha y no pocos actores concertacionistas, se niega no sólo el derecho del pueblo soberano a dotarse de una Carta Fundamental debidamente discutida y aprobada, sino, y en particular, se dramatiza acerca de las “nefastas consecuencias” de un tal “salto al vació” como sería el “partir de cero”.
Preguntas: ¿es más legítimo, confiable y respetable, un cuerpo “de facto”, que sesiona bajo el secreto de las bayonetas, que un conjunto ciudadano informado y discutiendo a plena luz del día cuál debe ser su “hábitat” institucional?
Pero, la trampa estaba hecha, y puesto que los que habían delinquido tomaron todas las precauciones para no ser sancionados ni despojados de los frutos de sus actos, no cabría, en la lógica de tales delicados y puntillosos “constitucionalistas”, otra cosa que someterse a “los hechos”.
Y así está hoy el debate: los delincuentes dictaron la ley y no hay otro camino que el de una resignación disfrazada de “prudencia y racionalidad”.
El otro gran “tema” es el de los llamados “falsos exonerados”. ¿Existen, y en qué cantidad? ¿Hay culpables y hubo a su respecto alguna complicidad?
Que pudo haber errores y aun abusos, es algo que nadie podría negar a priori. Por ello, que se investigue. Pero que no se dispare desde La Moneda, vía subsecretarios y voceras de lengua fácil, dictámenes que no están en el ámbito de sus funciones ni prerrogativas. Y sobre todo…
Y sobre todo que no se olvide de qué estamos hablando. Pues todo esto, lo ocurrido y lo no ocurrido, se sustenta en la simple y brutal realidad de una dictadura que arrasó con todos los derechos, colectivos e individuales, ejerció “honorablemente” el mayor desprecio y crueldad de clase que haya conocido nuestra historia. Que robó desde sus más altas esferas, como bien lo saben el país y la opinión internacional, hasta los niveles del capitancillo y el sargento que lucraron con la indefensión de hombres y mujeres de cuya suerte se constituyeron en “amos y soberanos”.
¿O es que lo han olvidado y, más encima, pretenden que lo olviden quienes fueron sus víctimas?
¿Qué y quién es un Exonerado Político? Respondemos: es un chileno o una chilena perseguidos, en su mayoría, desde el mismo día de la traición. Es quien quedó sin sustento, muchas veces sin hogar, ciertamente sin derechos. Que tuvo que ocultarse o huir, si es que no se hallaba en algún lugar de tortura y exterminio o un campo de concentración. Varios, muchos sin duda, fueron expulsados del país o lograron abandonarlo antes de ser masacrados y exterminados. ¡Bien, por ellos!
Muchos de estos exonerados reciben hoy una modesta pensión, ciertamente inferior al mezquino salario mínimo. Les amputaron la vida, expulsándolos de sus centros de trabajo o de estudio, y hoy se pretende ponerlos en el banquillo de los acusados.
¡Cómo no recordar los versos inmortales del Canto a la Pampa!: “Baldón eterno para las fieras/ masacradoras sin compasión”.
FUENTE : EDITORIAL DE "EL SIGLO"

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