CHILE

CHILE

viernes, 31 de julio de 2015

IV. LOS LIBERTADORES ( CANTO GENERAL )



XX

BERNARDO O'HIGGINS RIQUELME (1810)

        
 O´HIGGINS, para celebrarte
          a media luz hay que alumbrar la sala.
          A media luz del sur en otoño
          con temblor infinito de álamos.


          Eres Chile, entre patriarca y huaso, 
          eres un poncho de provincia, un niño 
          que no sabe su nombre todavía, 
          un niño férreo y tímido en la escuela, 
          un jovencito triste de provincia. 
          En Santiago te sientes mal, te miran 
          el trajé negro que te queda largo, 
          y al cruzarte la banda, la bandera 
          de la patria que nos hiciste, 
          tenía olor de yuyo matutino 
          para tu pecho de estatua campestre.


Joven, tu profesor Invierno 
te acostumbró a la lluvia
y en la Universidad de las calles de Londres, 
la niebla y la pobreza te otorgaron sus títulos 
y un elegante pobre, errante incendio 
de nuestra libertad, 
te dio consejos de águila prudente 
y te embarcó en la Historia.


         "Cómo se llama usted?", reían 
          los "caballeros" de Santiago:
          hijo de amor, de una noche de invierno, 
          tu condición de abandonado
          te construyó con argamasa agreste, 
          con seriedad de casa o de madera
          trabajada en su Sur, definitiva. 
          Todo lo cambia el tiempo, todo menos
                 tu rostro.


          Eres, O'Higgins, reloj invariable 
          con una sola hora en tu cándida esfera:
          la hora de Chile, el único minuto 
          que permanece en el horario rojo 
          de la dignidad combatiente.


Así estarás igual entre los muebles
de palisandro y las hijas de Santiago, 
que rodeado en Rancagua por la muerte y
           la pólvora.


          Eres el mismo sólido retrato 
          de quien no tiene padre sino patria, 
          de quien no tiene novia sino aquella 
          tierra con azahares
          que te conquistará la artillería.


          Te veo en el Perú escribiendo cartas.
          No hay desterrado igual, mayor exilio.
          Es toda la provincia desterrada.


          Chile se iluminó como un salón 
          cuando no estabas. En derroche, 
          un rigodón de ricos substituye 
          tu disciplina de soldado ascético, 
          y la patria ganada por tu sangre 
          sin ti fue gobernada como un baile
          que mira el pueblo hambriento desde fuera.


          Ya no podías entrar en la fiesta 
          con sudor, sangre y polvo de Rancagua. 
          Hubiera sido de mal tono
          para los caballeros capitales. 
          Hubiera entrado contigo el camino, 
          un olor de sudor y de caballos, 
          el olor de la patria en primavera.


          No podías estar en este baile. 
          Tu fiesta fue un castillo de explosiones. 
          Tu baile desgreñado es la contienda. 
          Tu fin de fiesta fue la sacudida 
          de la derrota, el porvenir aciago 
          hacia Mendoza, con la patria en brazos.


          Ahora mira en el mapa hacia abajo
          hacia el delgado cinturón de Chile 
          y coloca en la nieve soldaditos, 
          jóvenes pensativos en la arena, 
          zapadores que brillan y se apagan.


Cierra los ojos, duerme, sueña un poco, 
tu único sueño, el único que vuelve 
hacia tu corazón: una bandera
de tres colores en el Sur, cayendo 
la lluvia, el sol rural sobre tu tierra, 
los disparos del pueblo en rebeldía 
y dos o tres palabras tuyas cuando 
fueran estrictamente necesarias. 
Si sueñas, hoy tu sueño está cumplido. 
Suéñalo, por lo menos, en la tumba. 
No sepas nada más porque, como antes, 
después de las batallas victoriosas, 
bailan los señoritos en palacio
y el mismo rostro hambriento 
mira desde la sombra de las calles.


Pero hemos heredado tu firmeza, 
tu inalterable corazón callado, 
tu indestructible posición paterna, 
y tú, entre la avalancha cegadora 
de húsares del pasado, entre los ágiles 
uniformes azules y dorados, 
estás hoy con nosotros, eres nuestro, 
padre del pueblo, inmutable soldado.
Pablo Neruda 


No hay comentarios:

Publicar un comentario